Vistas de página en total

Translate

domingo, 9 de noviembre de 2025

La leyenda de la playa de Maro

 Puede decirse, que prácticamente me eduqué en las playas de Maro. 

Con apenas 18 años empecé a ir a la Caleta asiduamente para escapar de las presiones de la vida diaria en Málaga. 

Tener 18 años hace referencia al año 1979-80, que fui con unos amigos de la plaza de Bailén a la Caleta. 

Estuvimos todo el fin de semana hasta que ellos se volvieron a Málaga y yo por primera vez en mi vida me quedé allí.

Estuve dos semanas prácticamente solo, enfrascado en pensamientos y vivencias de la niñez que resurgían tras muchos años subterráneos.

En la Caleta revivía los años que pasaba los días en mi playa de Almería, desde que venía de la escuela hasta que anochecía. 

Durante muchos años, personas de mi entorno pensaron que yo revivía traumas, hasta tal punto que los muy necios, hoy lo siguen pensando.

Cada cual vive alineado con sus hipocresías intentando dar lecciones de cómo tengo que vivir.

Nunca me preguntaron porque nunca quisieron entender, que no me dejaría arrastrar por nadie. 

Nunca dije que compartiría el dinero de mi trabajo para sostener estructuras que nunca estuvieron en mis planes. 

Me querían tanto, que creyeron que vivía en la playa por los traumas que ellos parecían y de los que yo estaba totalmente liberado.

No tenía nada que perder. La playa y el sonido de las olas. La tremenda soledad insoportable para personas con la vida ocupada por los problemas cotidianos.

Los más, tuvieron la idea de irse a vivir con alguien, y a la vuelta de los años romper para intentarlo con otra persona, para romper y intentarlo con otra persona.

Yo lo tuve más claro. Relaciones de una semana y adiós muy buenas. Sin dejarme arrastrar y sin dejar que me pillaran los dedos y me involucraran en proyectos sin salida.

Toda mi lucidez se gestó en la playa de Maro, donde escribí el 80% de mis poemas, repletos de luchas por mi supervivencia y por mis sueños.




Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

sábado, 8 de noviembre de 2025

El restaurante Cueva Sol de José Muñoz en Maro

 Hay dos partes de mi vida que me resultan espectaculares. 

La primera es siendo un chaval muy calladito que evitaba conversaciones fuera de todo, y estallaba peligrosamente como un viento huracanado, defendiéndome con desagradable actitud silenciosa.

La segunda nació a raíz de que el grupo de alcaldes secretos de la Villa de Maro me ordenaran un día del año Equis, prácticamente obligándome, a sentarme con ellos a la mesa, a escuchar sus conversaciones vespertinas, con los ojos bien abiertos y los oídos atentos a cada detalle de lo que decían, contando que tengo déficit auditivo.

A partir de las enseñanzas de Campillos Zorrilla, José Muñoz, Pulido y algunos más, que llegaban al Cueva Sol en las primeras horas de las mañanas antes de ir a sus invernaderos, aprendí a discutir. 

Entonces mi vida dio un vuelco y se partió en dos.

Una, fueron tiempos en que cualquiera que se sentara, se iba con un fuerte dolor de cabeza para un solo día, tras una  conversación donde intentó chulearme.

La dos, los tiempos en que cualquiera que venga con ganas de debatir en una conversación, se va con dolor de cabeza para una semana entera. Y que procure no volver a sentarse a mi lado en mucho tiempo. 

¿Qué quieren que les diga?. Yo pienso que estaba mejor calladito y saltar como un viento huracanado sin decir ni hola.

Como pueden suponer, me enseñaron los mejores maestros en debate y discusión, al fin de no caerle simpático a nadie.

Algunos ya saben quiénes son las personas a la que me refiero porque sienten por ellas la misma amistad y admiración.

Para mí eran los alcaldes secretos de la Villa de Maro, donde se hablaba de los problemas reales. Ese era el bar restaurante Cueva Sol. 

Allí llegaba un servidor por las mañanas justo a la hora que habría mi amigo José Muñoz, su hija o su señora, a eso de las nueve de la mañana, y allí en la terraza podría seguir escribiendo hasta las dos de la tarde.

Un buen pan con mantequilla y una buena taza de riquísimo café con leche para empezar a escribir. 

A eso del mediodía uas cuantas cervezas y alguna copita de Sol y Sombra, para pasar otro rato en la esquina de la terraza escribiendo las horas muertas.

Esto fue así durante décadas, incluso cuando existía el bar El Guapo en la entrada este de Maro. 

Después, cuando El Guapo cerró, me cambié al Cueva Sol, que estaba en la entrada oeste de Maro, que ya nos conocíamos de muchos años, y para mí, José Muñoz, siempre fue un grandísimo amigo, una persona culta y muy elegante.

A primera hora de la mañana también llegaba Campillos, un señor con una cultura impresionante, siempre con una enorme sonrisa en su rostro. 

Era el dueño de un cortijo a la salida de Maro en dirección a Almería, al borde de la vieja carretera nacional, donde iba a hacer sus faenas diarias tras pasar por el Cueva Sol.

José y Campillos. Campillos Zorrilla y José Muñoz fueron durante años, el eje de mi aprendizaje para especializarme en dolores de cabeza espectaculares a charlatanes de a tres pesetas o gentuza que buscara engatusarme.

Campillos era el que me enseñó a provocar dolores de cabeza Cum Laudem. 

José Muñoz, era el maestro de los dolores de cabeza de nivel psiquiátrico, los que pueden dar dolor de cabeza de por vida.

Toda la gente de Maro que me conoce, me veían cada mañana en la esquina de la terraza escribiendo.

Yo escribía desde poemas a pequeños relatos. Y cuando no escribía, me dedicaba a leer.

Casi siempre estaba solo, escribiendo o leyendo. Y cuando estaba con acompañantes lo mismo.

Todo cambió el día que se les ocurrió no dejarme ir a la terraza solo.

Cuando pedí el café en la barra me habían cogido los bártulos y lo trajeron a la mesa donde ellos se sentaban. 

Me tuvieron varios días con los ojos como platos, oyendo lo que hablaban y lo que discutían. 

Una mañana que discutían me pidieron mi opinión. Di mi opinión y José me miraba sorprendido y Campillos se reía muy guasón de la cara que puso José. 

Las risas retumbaron en el local. Y como casi siempre, estaba Pulido, que también se reía aunque era más comedido. 

El hermano de José, el dueño del Cueva Sol, era policía municipal de Nerja.

Llegaba al bar cuando el trabajo le permitía y después se dirigía a su cortijo, situado por un carril a la derecha en la cuesta de bajada de la carretera nacional de Almería al río de la Miel.

Había que subir un cerro en los acantilados muy abrupto que da al mar.

Me gustaba sus opiniones sobre personas y gente muy peligrosa con quienes era preferible no tratar. 

Las reuniones vespertinas de los alcaldes secretos de la Villa de Maro, pedanía de Nerja, Málaga


Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

viernes, 7 de noviembre de 2025

Pink Floyd: El alma de la música experimental en evolución

No suelo leer post que hablen de Pink Floyd por no aguantar las chorradas de cientos de expertos de sillón que viven de darle a la lengua. 

Desde que la codicia y las ambiciones de Roger Waters, David Gilmore, Rick Wright y Nick Mason chocaran entre sí, el nombre de Pink Floyd fue hundido en el fango por la desidia de los Floyd contra Pink. 

Con los años se ha demostrado que los Floyd (Gilmore, Wright y Mason), nunca fueron mejores que los Pink (Roger Waters y Roger Barret).

No entiendo por qué David Gilmore se hizo dueño de la marca, cuyo dueño tendría que ser el que le puso ese nombre, Syd Barret.

A Gilmore los egos le han gastado un severo castigo que ni él mismo quiere reconocer.

Por muy virtuoso que sea con la guitarra, sin el teclado de Wright no suma, y su mujer Samsom escribe letras nauseabundas que nunca hemos tragado pinkfloydianos de verdad.

La música de Pink Floyd sin los Pink, no pasan la criba de mediocre ni con el sonido obtenido con los arreglos de compinches. Suena a porquería instrumental.

En el disco "The final cut" se siente en profundidad la poca conexión de los Pink con los Floyd, objetos de la avaricia.

Posteriormente el virtuoso Gilmore pensó que superaría la capacidad de composición y las letras de Waters, como si la capacidad y el talento se pudiera estudiar y conseguir.

El tiempo ha puesto a David Gilmore en su sitio, que es menos virtuoso sin Wright y ambos son menos virtuosos sin Roger Waters.

Gilmore seguramente creyó que la letra de su mujer sustituiría la grandeza de Waters, y que cualquier musiquete de estudio podría componer las hermosas canciones de Roger Waters y Sid Barret. ¡La cagada aún perdura!.

La música de los Floyd desde el año 1985 en adelante, solo ha obtenido el bote y la calderilla.

Para mí Pink Floyd no existe desde que David Gilmore se quedó con el nombre y los Floyd empezaron a sacar discos mediocres como A momentary lapse of reason y The división bell.

Lo de Endless End fue echar escombros sobre Pink Floyd.

Obviamente los Floyd tuvieron que incluir en el repertorio forzosamente las composiciones de los Pink para triunfar en sus conciertos.

Y es por eso que Gilmore, Wright y Mason siempre llevaron los arreglos y las letras de Waters.

Con los temas de los discos pos Waters los conciertos eran una porquería a la altura de cualquier banda chillona.

Ningún sobrevive sin los toques de teclado de Wright, lo mismo que sin los solos de Gilmore, pero sin Waters, con las letras de Samsom y otros intrusos, la música de los Floyd es de diarrea mental. 

Pink Floyd era el enorme compás de los teclados, los toques de guitarra virtuosos de Gilmore, pero aplicados en el sitio correcto de las melodías que compone Roger Waters. 

He visto intrusos con el nombre de Pink Floyd, destrozando la música como perros.

Una jauría de ignorantes mundial llamando rock progresivo a la música psíquica experimental. ¡Mis cojones!.

Y mientras, los viejetes estos, con 80 años, que un día fueron Pink Floyd, siguen metiéndose basura entre ellos. 

Ha ganado más dinero Roger Waters con los conciertos de The Wall que los Floyd manchando el nombre de Pink Floyd con discos basura durante cuarenta años 🗑️ 🪰 

Yo nunca compré ni un disco de Pink Floyd posterior a la marcha de Roger Waters.

La avaricia, la ambición, todo lo que hablan ellos en The dark side of the Moon, los ha devorado.

La flor que amando se marchita

Yo llevaba muchos décadas de acampada en aquel pueblo de la costa.

Soy un chico moreno, guapo y encantador, que enamora a las chicas guapas con unos ojos castaños preciosos.

Del pueblo a la gran ciudad hay unos sesenta kilómetros. El autobús de línea los cubre en hora y media con un montón de paradas.

Así era el largo recorrido por la antigua carretera nacional 340. Por entonces no había autovía.

La chica enamorada se llamaba Flor y estudiaba en la capital para convertirse en letrada. O sea una abogada.

Conocía mi trayecto habitual por Málaga y se dejaba coincidir muchas veces por la calle con la intención de atraer mi atención.

Pero yo llevaba una vida muy intensa conociendo a mucha gente, que no me permitía pararme a pensar en ella.

Flor, como muchas mujercitas, le importaba un pimiento los conceptos que un chico pudiera tener, apenas teníamos veinte años. 

Conforme pasó el tiempo, Flor creyó que yo la rechazaba. Pero lo cierto, es que ella no sabía ofrecerme un vínculo para tenerla en cuenta. 

Flor era una de esas chicas que creen, que yo la iba a seguir por su cara bonita, como un bobo tieso que no se come una rosca ni ha probado nunca una almeja. 

Supongo que su idea no era tener una conexión muy natural. Algo así como los dos teniendo sexo. 

Recatada al extremo nunca conectó conmigo por el qué dirán en su pueblo. 

Así que con el tiempo la fui olvidando y no la volví a ver hasta pasados algunos años. 

Era la novia de un guardia civil recientemente entrado en el cuerpo. 

Cuando nos reencontramos en el pueblo, yo la traté como la simple amiga que era, una amistad de años atrás sin más.

Los Pinos era un bar disco con música para bailar hasta altas horas de la madrugada. 

Estaba en una calle trasera de la calle principal de Maro.

Por las noches, tras un largo paseo itinerante por otros bares del pueblo, pasaba por Los Pinos y la veía sola o con amigos. 

Sentada en la mesa de la terraza yo la saludaba con alegría como chica guapa que era. 

Varias veces se me quedaba mirando el individuo que salía con ella, el guardia civil.

Un día que yo entraba en Los Pinos el gilipollas se levantó de la mesa y no me dejó saludar a Flor antes de entrar. 

Me dijo que nunca más volviese a saludar ni dirigirle la palabra a su novia.

El individuo, a pesar de tener la misma altura que yo, se le veía muy crecidito y cierto rebufo de buen cornudo además de tener una personalidad mediocre. 

Yo miraba los ojos del gilipollas que no dejaba de pestañear.

No soy una persona que quiera herir los sentimientos de otra, y menos si formaba parte de los habitantes del pueblo que me acogía. 

Desconocía si el tipejo era familiar de alguien en el pueblo.


Le respondí que saludaba a Flor porque era una amiga. 

Miré a la chica pero ella tenía la cabeza agachada y no me miraba.

Me di cuenta que era una puesta en escena. Podía haberle dicho una mentira al individuo. 

Permanecía con la cabeza baja sentada sobre su silla de espaldas a nosotros sin volverse siquiera. 

Presentí que algo raro manipulaba la mamarracha.

El individuo me espetó que no quería que volviese a saludar a su novia nunca más.

Le di que estaba de acuerdo y no la saludaría nunca más.

Miré a las parejas del pueblo, conocidos que estaban sentados con ellos en la misma mesa, con los ceños fruncidos.

Frente a la actitud de los hipócritas entré dentro del bar.

Pero como último recurso, le dije al energúmeno, que "si no quiere que la salude que me lo diga ella misma." 

El individuo se puso en guardia y me interpeló. Me contestó con un "ya te lo digo yo, que soy guardia civil y soy su novio."

Ridículo total. Me reí en su cara. Me reafirmé ante el machista medio hombre que no la volvería a saludar. 

El individuo se sentó y entré en el bar a tomarme unas copas. Desde entonces nunca más la volví a saludar.

Un día me encontré en Málaga con unos amigos y decidimos ir a Maro donde bebimos y disfrutamos de la playa. 

A uno de mis amigos se le ocurrió pasar por Nerja. Dejamos el coche en un aparcamiento y recorrimos las calles hasta el Balcón de Europa.

Tras un rato grande en el mirador contemplando el paisaje, bajamos a la caleta de Calahonda justo debajo del Balcón.

Nos quitamos los pantalones y la camiseta para quedarnos en bañador, y me di cuenta que tenía justo al lado a Flor y al medio hombre, con una pareja de amigos. 

Flor, con el rostro pétreo de quien no vive o está muerta en vida, no desvió su mirada ni un solo momento de mí. 

Ni siquiera participaba de la verborrea que tenía su marido. 

Me miraba de una forma que no iba a olvidar nunca. Tampoco olvidaré jamás la afrenta de aquella noche.

Aquel día yo tenía el cabello tan largo como el de una mujer. Me lo había dejado crecer durante años. 

Cuando me bañaba con los amigos, escondía mi rostro tras el pelo mojado que me cubría por completo la cara. 

Entre los huecos yo observaba a Flor y la individua seguía mirándome pétrea sin descansar ni un minuto, ajena a la verborrea de su cónyuge con la pareja que les acompañaba. 

Mis amigos y yo jugábamos en la playa justo al lado de ellos, y tuve la maldad de hacerle a Flor una exhibición de mis atractivos personales, sin que mis amigos o el marido de ella se dieran cuenta.

Ella me miraba sin mostrar la menor desvergüenza. Y el marido no le prestaba ni la más mínima atención, seguía con su charla con la otra pareja.

Una hora después nos íbamos y me dejé observar por Flor en apenas medio metro, vistiéndome. 

La miraba de ella era hermosa, de ojos celestes que deseaban mi cuerpo.

Y en la despedida la miré por última vez mientras permanecía al lado de su marido impasible en la charla con la otra pareja.

Me alejé sabiendo que esa chica me amaba. 

Con lo que acababa de pasar degusté mi venganza por el trato recibido aquella lejana noche en el bar Los Pinos. 

Pasarán un montón de años y cualquier día volveré a ver a la infeliz Flor.


La Flor de Maro que amando se marchita


Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

jueves, 6 de noviembre de 2025

Cuando seamos mayores, poema extraordinario sobre la vida

No solo son nuestros juegos 

lo que ve mi mirada,

no son solo nostalgias

lo que siento al recordarlas,

no es sino la vida que aún así,

no retorna ni se apaga.


No hay sólo ecos 

ante la contemplación 

de una mañana,

ni faltan alegrías

para la melancolía

de un atardecer,

al tambalearse la memoria

de lo que quisimos

y no podemos ser.




Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Mi llegada a la Plaza de Bailén de Málaga

En los años más confusos de mi temprana juventud, tras un larguísimo viaje de huida y retorno, volví a Málaga para vivir con mi querida madre, en el entorno de la Plaza de Bailén y la Avenida de Barcelona.

Mi primera peripecia viajera fue terrorífica, con muchas noches viviendo en soledad en cualquier arboleda o descampado, caminando a pie dolorido por las ampollas y la falta de experiencias, cuyas frustraciones me hacían reír como si de un patoso payaso se tratara.

Nunca sentí miedo de la noche, ni durmiendo durante días entre los árboles de un bosque, sin nada que comer, solo agua para calmar la sed, con la única compañía de las estrellas, el silencio y los animales del bosque.

Salí de Ibiza y durante meses recorrí más de setecientos kilómetros caminando, sin rumbo fijo, sin saber qué hacer, recién cumplidos los dieciocho años, que fue cuando salí al mundo para evitar que nadie pudiera ejercer ningún derecho sobre mí.

Dejé que mi madre fuera la única que me siguiera los pasos, pero solo a veces.

 Solo a veces porque la mayoría del tiempo que estuve fuera, no llamaba al teléfono de la clínica donde ella trabajaba en la avenida de Barcelona. Sin contacto con nadie más.

Mi mochila se la había comprado a mi amigo y compañero de la OJE, Capote, por mil pesetas. Me regaló la tienda de campaña, que estaba rota, pero a mí, me sirvió igual.

Eran tiempos terribles que no me importaba nada, tan solo sentía una fuerza inmensa de la naturaleza que me llamaba a todas horas.

Las veces que tuve dinero para coger un tren o un autobús, fueron viajes bien largos, en los que me quedaba mirando perplejo los paisajes, como cuando era niño y recorría con mi bicicleta grandes distancias por el entorno de mi ciudad natal.

La plaza de Bailén no fue el entorno de mis primeros amores, pero sí de los segundos amores, que despertaron en mí, la necesidad de una doble capa de protección.

Eran tiempos en los que buscaba una compañera para viajar, que nunca se dio y por eso jamás me dejé arrastrar hacia los compromisos.

En la plaza de Bailén conocí a mis primeros amigos con un gran radio cassette donde escuchaba la música de The Wall "El Muro" de Pink Floyd, sonando a toda pastilla hasta fundir las pilas.



Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

martes, 4 de noviembre de 2025

Elo, la enchufada heredera de la RENFE

La llamaban Elo, y su único objetivo en la vida fue tener un trabajo fijo en el ferrocarril. 

Su padre heredó de su padre, y ella heredó de su padre también, de la misma forma que heredó su hermano mayor y otro hermano de los siete que tenía.

El padre llegó a ser jefe de estación y pretendía que su hija favorita llegara algún día a serlo, y su hijo mayor llevaba años trabajando de maquinista.

La conocí en un concierto en la plaza toros porque sin conocerme me empezó a besar, simplemente porque me tenía al lado, que fue donde ella miró.

Decidimos salir juntos y no hubo día que pasáramos por mi casa ardientes de deseo, pasando las horas desnudos en mi cama, dando rienda suelta a nuestros placeres.

Así transcurrieron tres o cuatro meses, cada día apagando nuestros ardores y deseos sexuales.

Hasta que un día cambió y empezó a crear problemas en nuestra relación.

Me pidió que la esperara durante unos meses y yo no pude hacer otra cosa que aceptar y la dejé ir.

Los dos tenían veinte años y toda una vida por delante. Al principio sonreía porque no tendría que quedar con ella pero pronto la eché en falta.

Un día fui a su casa y la madre me dijo que no estaba.

Se reía y me ninguneó con tonterías.

Esto me provocó una serie de preguntas cuyas respuestas eran obvias de puro incomprensibles.

Me pregunté por qué no me trataban tan bien como yo la había tratado a ella.

Un día de navidad fui a su casa y antes de subir llamé al telefonillo y me contestó su padre con un insulto. 

El insulto acabó conmigo en la puerta de su casa siendo detenido por la policía.

Dejé de ir a su casa y un día que iba al cine y me crucé con ella yendo con otro hombre. 

Ella me miró y agarró fuerte la mano de su amante. 

No me detuve y seguí caminando hacia el cine. 

Era obvio y fui uniendo cabos poco a poco. Aquel "espérame unos meses" duraba ya un año.

Fui creando un patrón de comportamiento de la actitud de ella. 

Un día me la volví a encontrar y me  sonrió muy amablemente. 

Pensó que me tenía hipnotizado con su sonrisa, pero ella ignoraba que su magnetismo estaba muy deteriorado.

Vi claramente dónde me quería llevar y aguanté el tirón que ella quería ejercer sobre mí.

Pronto vio que su influencia era nula, contrarrestada por la enorme rebeldía de mi naturaleza.

Ella se quiso enmendar a través de su magnetismo intentando imponer su voluntad sobre la mía.

Estuvimos paseando, hablando un rato muy largo.

Había pasado más de año y medio y por momentos ella me pidió vivir juntos. 

Lo que pasó por mi cabeza fue un torbellino con los momentos amargos que me había hecho pasar.

La energúmena que tenía enfrente me puso a prueba.

Empecé a darle cachetes en la cara cuando la chica lista esperaba un sí.

Se sorprendió del contundente no con que la había obsequiado, y se puso a llorar.

Los cachetes no que le daba no eran fuertes ni dejaban marcas, pero ella se puso a llorar.

Año y medio después me estaba vengando por haberme dicho "espérame unos meses" mientras ella salía con otros hombres.

Pensaba que su magnetismo duraría para siempre y ahora la mierdecilla era la que lloraba.

No sabía si lloraba por haberme perdido o por los cachetes que le estaba dando. 

Aquella noche no pude dormir. Estaba rompiendo el yugo de su magnetismo.

Me había demostrado a mí mismo que su influencia era residual, y decidí ir a buscarla a su trabajo a la mañana siguiente para seguir rompiendo.

Allí me salió el caballeroso señor que salta en todas las historias paqueteras.

El individuo se entrometió en los restos que quedaba entre ella y yo.

Saltó la valla que nos separaba, le dije que se metiera en sus asuntos y su respuesta fue darme de puñetazos. 

Me dejé caer al suelo. Me acaban de dar una paliza.

El gentío de mozos y mozas al otro lado de la valla se sintieron decepcionados. 

Empezaron a volver a sus quehaceres en el taller central.

Yo sentí que estaba derrotando a todos aquellos mierdas y todo lo que ella me metió en el cuerpo y en la mente.

Un día conocí a una hermosa alemana en la playa, que estudiaba español para su carrera universitaria. 

Salí con ella ese fin de semana y cogimos tal borrachera, que recorrimos  los siete kilómetros hasta mi casa desviándonos en las esquinas oscuras para desfogarnos.

Era tal el inmenso deseo que sentíamos el uno por el otro, que antes de llegar a mi casa dimos varias veces rienda suelta a nuestro apetito sexual.

Insaciables y jóvenes, con veinticinco años y ella con veintisiete, llegamos a casa y no dormimos en toda la noche.

Por la mañana temprano la acompañé hasta la escuela.

Ella intentaba arreglarse para estar presentable. 

Al despedirse nos dimos un largo beso a pesar de que nos veríamos por la tarde.

Regresaba a casa para bañarse y dormir, cuando Elo se cruzó por la calle conmigo.

Yo me negué a mirarla y seguí andando como si no la hubiese visto. 

Llegué a mi casa andando, cansado y soñoliento por la larga noche.

Me eché sobre mi colchón sin desvestirme, y me acordé de haber visto a la hija de puta. 

Cinco años después de lo nuestro siguió apareciendo cuando menos la esperaba. 

Me quedé dormido profundamente.

Semanas después seguía manteniendo la relación con la alemana. 

Pronto se volvería a su país. Ese fin de semana fuimos al cine antes de irnos por los bares de movida y acabar la noche en mi casa. 

Salimos del cine y la alemana se estaba arreglando el vestido.

En ese momento se puso al lado de ella la hermana menor de Elo. Me miraba. 

Hice caso omiso, agarré a la alemana de la cintura y echamos a andar dejando atrás en la acera a la puñetera hermana de Elo.

Esa era la que me dijo "mi hermana está saliendo con otros hombres", como si la cosa no tuviese su importancia.

Ahora yo estoy saliendo con otras mujeres.

Cuando se fue mi alemana, no quise agobiarme por su partida. Me busqué otra alemana, y después otra, y después una inglesa, y después una holandesa.

Y ya por aquel entonces me venían algunas diciendo que "la española cuando besa, besa de verdad".

Estuve escribiendo a mi alemana más de cinco años, hasta que un día decidí coger la mochila y perderme. 

Para entonces la alemana se había casado y tenía dos hijos.

Elo había seguido apareciendo, se interponía con su presencia cuando menos lo esperaba. 

Así que cuando salí de la ciudad para recorrer el mundo, sabía que Elo no iba a poder seguirme ni aparecerse por ningún sitio tan lejos.

Tras muchos años, volví a casa. Ahora era un corredor de competición. Pasé por Granada donde estuve para correr la media maratón y
 después del evento saqué un billete para volver a casa y subí al autobús. 

Al poco llegó una señora mayor y quiso sentarse en el asiento contiguo al mío.

Me pidió permiso porque no tenía número.

Le expliqué que tenía que sentarse en el asiento que le correspondía según su billete pero ella insistió. 

La señora se puso muy pesada y tuve que aguantar el tirón hasta que un hombre accedió a cambiar el sitio.

Me quitó un peso de encima con la susodicha e insistente señora y cuando el autobús se puso en marcha me dormí.

Cuando desperté un mal presentimiento se apoderó de mí.

Miré a la señora mayor y ella me miró sabiendo claramente quién era yo. Se lo vi en los ojos.

 Sentí un malestar indescriptible al reconocer a la madre de Elo, la que se burló de mí quince años atrás.

La muy zorra apareció el día que regresaba a casa tras años de mochilero después de correr una media maratón.

¿Qué coño quería de mí molestando con el asunto del billetito y el asiento?. 

Ahí estaba, prácticamente a su lado oliendo su perfume y oyendo su respiración. 

Con lo grande que es el mundo y siguen tocando los cojones.


Elo, la enchufada heredera de la RENFE


Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

lunes, 3 de noviembre de 2025

Paquita, la amiga amargada que me la tenía jurada

Yo estaba en una caseta casi vacía del recinto ferial, sentado en una mesa solo, saboreando un tubo de cerveza fresquita, viendo la actuación de un grupo melódico sobre el escenario.

Estaba muy a gusto pero de repente, aparecieron junto a mi mesa tres amigas, que se alegraron de encontrarme y se sentaron conmigo.

A altas horas de la madrugada hablaban entre ellas y las dos hermanas se fueron a su casa y me dejaron solo con Paquita.  

Ella se quedó y se acurrucó conmigo pegándose a mi cuerpo para calentarse.

La noche había refrescado y yo le abrí acceso al calor de mi cuerpo pasando mi brazo por encima de sus hombros.

Así estuvimos hablando mucho rato hasta que nos besamos y no paramos de besarnos por el resto de la madrugada.

Varias horas antes del amanecer cogimos un taxi y ella se vino a mi casa.
No quiso que el taxi la llevara a la suya.

En mi casa no pude ni dormir porque juntos en mi cama, la única de la casa, nada más entrar, ella dejó de besarme y de abrazarme, me dio la impresión que era otra persona distinta, porque aunque parezca raro, ella no quería ni rozarme, y ni siquiera me hablaba.

Así que dormí lo posible junto a alguien que en el corto recorrido de tres kilómetros en taxi, se había vuelto fría y distante, y no quería que la besara.

Cuando desperté vi a Paquita mirando con sus ojos azules mirando el techo, con la mirada abierta tan gris y opaca como un túnel oscuro. 

Se levantó y fue al baño a lavarse la cara y las manos. Se peinó y se espabiló con unos chorros de agua, y cuando regresó se sentó en el borde de la cama con la mirada abstracta, perdida en el infinito inmenso del techo de mi habitación.

Yo ya tenía decidido no volver a darle una nueva oportunidad. 

Le dije que era hora de que se marchara a su casa y ella reaccionó sin decir ni pío, levantándose como una autómata, sin haber pegado ojo en toda la noche.

Habíamos dormido juntos vestidos, la miré impasible, le abrí la puerta y salió al portal mientras yo cerraba.

Bajamos a la calle sin mediar palabra, y ni siquiera esperando el autobús de línea, fue amable conmigo.

Cuando llegó el bus se fue y yo me quejé por haber traído a mi casa a una extraña, idiota y timorata, que no sabía lo que quería por muchos años de amistad que habíamos tenido. Se le había caído la máscara.

El sábado siguiente me encontré con ella, las dos hermanas y otras chicas del grupo con el que salía de marcha los fines de semana.

Me miró con los ojos muy abiertos esperando una reacción que no llegó, porque desde el primer momento opté por una amistad en el grupo y no por un amistad personal entre los dos. 

Capté la reacción de ella cuando le pregunté a todas a qué bar íbamos primero.

Me tomaba la cosa como si no hubiera pasado nada entre ellos. Y así fue.

No pasó nada, pero eso ella eso no lo iba a olvidar, tal vez porque se arrepintió de no dar una continuidad a sus besos tras estar juntos toda la madrugada en la caseta ferial.

No midió bien sus acciones y yo no me iba a abrir de nuevo. No tendría una segunda oportunidad con un trotamundos mundano tan bello como yo.

Bajita y mandona, Paquita era rencorosa y sabía odiar, a pesar de su carita de ángel con esos ojos azules celestiales.

Una angelical bufona a punto de clavar la flecha del amor en los corazones enamorados.

Tuvo su oportunidad y ahora yo era inalcanzable para ella. La desaprovechó y sabía que le había cerrado esa puerta. 

Un día estaba en la playa y se sentó conmigo un amigo belga, magullado porque lo habían apalizado la noche anterior en una discoteca.

Pasó toda la mañana conmigo como si fuéramos viejos amigos y de repente vi aparecer en la playa a parte de las chicas del grupo.

Fuimos a una cascada que yo conocía y el belga se quedó prendado de Paquita.

No sé qué le hizo, pero cuando las chicas volvieron a Málaga, pareció que había preparado al belga para que me pidiera a mí el teléfono de ella, como si fuera su celestino.

No entendía esa insistencia porque no tenía nada que ver con lo que haya surgido entre los dos. 

Pero el amigo se volvió pesado hasta las narices en un día que quería estar relajado disfrutando de los placeres que me regalaba la vida.

En aquella época no existían los móviles. Había que llamar desde una cabina y no todos tenían teléfono fijo en casa.

Pero las hermanas sí tenían teléfono en casa y Paquita estaba siempre con ellas.

Quizás era este el teléfono que quería el belga. Se me ocurrió llamar a las hermanas y pregunté si estaba Paquita, y estaba. 

Le expliqué lo que me ocurría con el belga, que no me dejaba en paz, que quería llamarla por sentirse muy enamorado, para invitarla a su casa. 

Paquita me dijo que se pusiera el puto belga, y le di el teléfono del bar donde estábamos.

Vi cómo el fideo larguirucho la invitaba a su casa porque estaba enamorado, y empezó a pegar saltos como un canguro a pique de darse un golpe con las lámparas del techo.

El dueño del bar tuvo que pedirle que bajara la voz mientras me decía que Paquita viene mañana para presentarla a sus padres.

Al belga no le cabía la sonrisa en la cara, y yo sentí alivio porque quería que me dejarán en paz.

Tuve que soportar toda su gratitud el resto de la tarde pero yo no había hecho nada.

Se casaron y se fueron a vivir a Bélgica cerca de los padres y cada cierto tiempo vuelven a Málaga a ver los padres de ella y a los viejos amigos.

Un día que salí con una de mis amantes, una hermosa mujer alemana con la que estaba teniendo una pequeña relación, me encontré con el grupo de chicas en un bar del centro de Málaga.

Yo y el belga estábamos en la barra para pedir bebidas de todo el grupo, miré a mi amada y capté cómo Paquita fruncía el ceño de esa forma suya tan angelical.

En ese momento supe que intentaba algo a pesar del resplandor de su rostro sonriente, de esa falsa felicidad que se torna oscura.

Yo y el belga volvimos con las bebidas junto a ellas y el resto del grupo, y quise darle un beso a mi compañera, pero esta rehusó mirando a Paquita, que hablaba con su marido, y no se dejó. 

Entonces decidí irnos los dos solos, abrirnos de forma rápida, y esto sorprendió al grupo.

Dejé mi caña de cerveza sobre la mesa y me despidí de todos. Hubo abrazos y besos y me fui con mi bella compañera.

Andamos juntos entre el gentío de fin de semana de marcha, la cogí de la mano y subimos a un autobús para ir a la otra parte de la ciudad. 

Ella me abrazó y puso su oído sobre mi pecho para oír mi corazón. No le pregunté qué le había dicho Paquita, porque la alemana era una mujer veterana, mayor que yo, experimentada en lidiar con circunstancias adversas.

Además nuestra relación era temporal. Un mes y medio después terminamos.

Otro episodio ocurrió un par de años. Coincidí con el matrimonio mi nuevo amor en la terraza de un restaurante con mesas de madera para picnics. 

Allí llevé a cenar a Sandra y su tía, holandesas, con su novio español.

Al rato aparecieron Paquita y el belga de pura casualidad. Aparentaron alegrarse de verme y se sentaron en mi mesa. 

La velada estuvo bien hasta que Paquita, que había aprendido el flamenco, se aprovechó de las holandesas hablando entre ellas para hacerme creer junto a su marido, que entendían lo que ellas hablaban, y me dijeron que estaban hablando tonterías de mí.

Las holandesas, al sentirse señaladas, miraron fijas a Paquita y su marido y Sandra cogió de mi mano para no soltarla.

Sandra miraba fijamente a Paquita sin entender español, y ella seguía diciéndome con la ayuda de su marido asintiendo, que hablaban mal de mí a mis espaldas. 

La holandesa, asustada, me miraba agarrando mi mano sin que yo me dignase a mirarla. 

Entonces reaccioné, solté la mano de la holandesa colocándola junto a su otra mano sobre la mesa, Sandra intentó reaccionar pero la hice callar, y entonces se abrazó a su tía esperando lo peor.

 Le dije a Paquita:

- Aquí - y señalé a la holandesa- tengo la enésima mujer con la que salgo este verano. Salgo con ella porque puedo y tengo cojones para cogerle el culo y lo que haga falta. El año pasado salí con veinte mujeres. ¿Imagina cuántas llevo este año y todavía no ha terminado el verano?.

Paquita soltó a su marido, se enfureció y me chilló:

- ¡No me hables de mujeres, no quiero saber nada!. 

- ¿Por qué salgo con mujeres y disfruto como un carcamal?... ¡Pues lo hago porqueeeee me gustaaaaaa! - continué burlándome de ella como si me estuviera corriendo un largo polvo dentro de una vagina.

Paquita explotó fuera de sí. Empezó a tirarme la comida y la bebida. El marido se asustó para detener la reacción de su mujer.

Me llamó guarro y asqueroso. El novio de la tía de Sandra se levantó para defenderme de la agresión pero lo mandé sentarse.

Mientras, seguí gritando lo bien que me corría cada verano hasta encontrar a Sandra.

Cogí las manos de Sandra y se las apreté con ternura infinita. Después me acerqué a sus labios, y aunque estaba sucio de comida y bebida, la besé echándome sobre ella Sandra como para follarla allí mismo. 

Paquita se escapó de su marido y nos arrojó una gran jarra de cerveza por la cabeza. Pero nosotros seguimos tal cual sin importarnos nada.

Paquita levantó la jarra para estrellármela en la cabeza, y hicieron acto de presencia los dueños del local.

Padre, madre e hijo, amigos míos desde mi temprana juventud, la cogieron del brazo gritando y pararon la agresión.

El dueño les dio a entender a Paquita y su marido que tenían dos opciones:

- Una; paga usted la cuenta del destrozo y se van para no tener que verlos más. Dos; pagan la cuenta y no se van para no verlos más, entonces llamo a la Guardia Civil y les cuento el intento de agresión de la señora aquí presente a mis clientes cuando estaban pasando una agradable velada.

Y callaron pendientes de la reacción de la agresora y su marido.

Paquita estuvo a punto de agredirlos pero fue avisada por segunda vez.

Supo que no habría un tercer aviso cuando los dueños mostraron los bastones para golpear.

Entonces el marido sacó la tarjeta de crédito para pagar la factura. 

La recibió de vuelta cuando el dueño le dijo "He añadido un bote por los servicios prestados y el coste de la limpieza de la mesa y el entorno. Y recuerde, no vuelva más".

Se fueron con la mujer llorando, rabiando por la calle, pegándole a las farolas, a los muros y a las señales de tráfico. 

Subía una patrulla de la Guardia Civil que se detuvo sospechando algo.

El copiloto se bajó observando al belga y a su mujer. Él la obligó a andar derecha para salir de allí.

El guardia acabó por no dar importancia, subió al coche y continuó hasta el restaurante, como un aviso de lo que pasaría si no se iban.

Cada día la patrulla solía comer bien antes de continuar su jornada y acudían a su local favorito.


La amiga amargada que me la tenía jurada


Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

domingo, 2 de noviembre de 2025

El bar del padre de Eduardo en la Plaza de Bailén

 Que el padre de nuestro estimado amigo Eduardo de calle Churruca montara un bar en la Plaza de Bailén, nos dejó tocados con una sonrísa permanente que nos llegaba de oreja a oreja.

Ya teníamos bar habitual sin movernos de la plaza para tomarnos unos cafés y unas cervezas, servidas por un gran amigo que nunca nos dejaba sin unos buenos comentarios amigables en la cruda selva de los años que nos crecía la barba de locos.

Con dieciocho años no éramos niños pero tampoco éramos hombres curtidos y los pasos que dábamos eran tan titubeantes como nuestros pensamientos cambiando cada minuto por cualquier minucia.

El único pero del bar de Eduardo padre era un perro negro muy arisco que parecía muy agresivo siempre amarrado, y un día corrió extremo peligro con un gato enorme que habitaba en la plaza, que se acercó viéndolo amarrado en la calle y ni se inmutó sentándose en su misma cara, a poco de sacarle los ojos.

Por supuesto Eduardo padre actuó ahuyentando a ese gato lejos de su gigantesco perro peludo de lomo negro, y un día le pregunté por qué tenía su perro amarrado en el bar, y la respuesta obvia era para que no le robaran, sobre todo por las noches que dejaba el perro suelto en el bar por pura experiencia.

No sé cuánto tiempo estuvo abierto el bar de Edu, yo soy una persona cambiante que me dejo llevar hacia lugares bien lejanos, pero tengo que recordar que a Eduardo hijo le presté el disco de David Gilmore, guitarrista de Pink Floyd, y nunca me lo devolvió 🤣😂

Bueno, a mí no me importó que se lo quedase, en aquellos tiempos yo tenía pocas cosas (hoy también) y seguro que lo hubiera destrozado en cualquier mudanza o cambio de vida. 

Lo más increíble es que después me lo encontré trabajando durante muchos años en la cocina del Ébano, cafetería restaurante a la espalda de El Corte Inglés ya desaparecida. 




Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

sábado, 1 de noviembre de 2025

La noruega gilipishi de la universitetet

Cuando dejé a la Toñi con sus ataques arqueológicos neuronales, con el tiempo me pegué a la noruega Camilla, una amiga cuyos padres, actriz y fotógrafo en su país, eran propietarios de un apartamento vacacional. 

No llegué a tener relaciones con Camilla, algún magreo que posteriormente le hice pagar, gracias a mi sordera hice oídos sordos a la petición de la madre de conectar conmigo, cerrándole la puerta y poniendo equidistancia. 

Lo peor cuando rompes con alguien es que no acepta que la has dejado y se dedica a interferir en el posible romance o relación que pudiera surgir entre Camilla y yo, que ya sabemos que duraría solo unos días. 

Sin embargo, mi relación sin triki-triki con la noruega duró dos años de amistad en los que tuve que aguantar  las interferencias de la Toñi, viniendo al pueblo a sesenta kilómetros desde Málaga a molestar. 

Una tarde decidí bajar a la playa, pensaba tomar una cerveza en el merendero después de bañarme, pero en la orilla estaba ella emporrada, miré hacia el merendero sin poder ver con quién había venido. 

Lo cierto es que la veía fuera de sí y ni me acerqué a ella de la misma manera que ella no se acercó a mí. 

Para nada iba a soportar sus delirios ni permitir sus agresiones, que me hacían intuir que nunca tendría tranquilidad conviviendo con una amargada. 

Me bañé, estuve un buen rato tendido en la arena, me volví a bañar, me vestí y no fui al merendero a tomarme una cerveza.

Evité quedarme sentado dando otra oportunidad a la Toñi, que me miraba a pocos metros intentando captar mi atención. 

Así que subí la cuesta de la playa y me fui al cortijo para bañarme, comer algo antes de anochecer y irme al pueblo a recorrer los bares, buscando amigas ahora que no estaba la noruega. 

La gilipishi había cortado con su novio de toda la vida, y este se había casado con otra mujer mucho mejor que ella. 

Pasaron las semanas y la Toñi seguía viniendo a pesar de que no era época de playa. 

Una tarde estaba viendo la tele en un bar a eso de las cuatro, y de repente el dueño me dice: "Ha venido la malagueña". 

Y yo ni capté la indirecta, sin saber a qué se refería, subí los hombros y seguí tomando mi café y viendo la tele. 

Cuando me desplacé a la barra, vi que la Toñi estaba con su familia y un amigo de su madre en la terraza, comprendí entonces a qué se refería eso de que "Ha venido la malagueña".

Me situé en la esquina y seguí viendo la televisión, sin importarme nada su presencia, con todos sus hermanos y el nuevo amante de la madre. 

Yo vivía mi vida y ella no debía interferir. 

Era un clavo ardiendo, casi se pone a llorar por algo que le dijo la madre. 

Yo miraba la tele como si no los conociera. 

A la hora de pagar lo consumido, el individuo se hizo esperar haciendo el ridículo con la calderilla. 

Pagaron y pasaron por delante mía sin que yo les prestara atención. 

Se fueron y yo continué tomando el café de la tarde. 

Me di cuenta que usaron a mi amigo, el dueño del bar, con eso de "¿Sabes quién ha venido?. Ha venido la malagueña". 

Ya que mi relación con ella en Málaga la cerré y en el pueblo no sabían de ello. 

Es un ejemplo de ridícula hipocresía. Si yo hubiera hecho eso, habrían llamado a la policía. Ya lo he vivido. 

Sin embargo cuando un hombre dice no, se dedican a interferir incluso cuando estoy tomando café, de la misma forma que un individuo del pueblo que había tenido amistades con Camilla y su ex novio de Nerja, una noche que Camilla y yo subíamos al apartamento de ella, vino a molestar.

El individuo creyó tener derecho por su anterior relación con el pastelero, se propuso entrometerse y quiso subir con nosotros a tomar unas copas.

Yo no quería a semejante perro del hortelano con novia en mi entorno.

Me quedé callado sin interferir en lo que hablaban Camilla y él, a la del corazón  roto le costó tomar una decisión.

Estuvimos con esa tensión un buen rato hasta que ella dejó de esperar mi silencio inteligente, para decirle a su amigo íntimo "Hoy no, otro día".

Y nos fuimos para arriba. El pavo se tuvo que volver a su casa sin bebida gratis. Y yo me dediqué a aguantar a la gilipishi con el corazón partido esperando tiempos mejores. 

En la terraza, mientras cenábamos, me dijo que alguien le había dicho que yo  era gay. 

¡Ahí está la interferencia!. La Toñi entrometiéndose. No me extraña que el individuo se quisiera entrometer, era del mismo grupo de viejas amistades del anterior novio de la malagueña, todos fumetas. 

Las faltas de respeto dicen mucho de quién tienes delante.



Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.




viernes, 31 de octubre de 2025

El necio alemán de origen turco de la Playa de Maro

 Hubo unas temporadas en la playa de Maro que venían a veranear alemanes de origen turco con sus mujeres alemanas.

Conocí a un turco y su bella señora alemana que pasando unos deliciosos  días va y lo jode con tremendo error de bulto, estupidez y graves consecuencias. 

Era de origen turco pero su rostro parecía más un egipcio por ser guapito con unos ojos marrones oscuros muy atractivos que eran correspondidos por su esposa, una rubia alemana con espléndidos ojos celestes.

Se veía que eran gente de dinero y creo que paraban en los apartamentos del Balcón de Maro siendo los dos excelentes personas muy abiertos con toda la gente en la playa y en el merendero.

Se ve que al hombre le gustaba andar y recorrer senderos y carriles acompañado de su mujer y gozaba con ello profundamente porque después me contaba detalles de a dónde habían ido.

Todo iba perfecto hasta que un día que bajó a la playa vacía que solo estaba yo, tuvimos una discusión en la que le dejé claro que no me gustaba lo que pensaba hacer.

Su mujer no entendía ni papa de español, todo lo contrario que él, que lo hablaba perfectamente, lo que me hace creer que tuvo una educación cercana a españoles allá donde reside o halla vivido.

Yo lo miraba con horrores por lo que pretendía y intenté avisar a su mujer que no me gustaba la idea y me producía un fuerte y desagradable rechazo, y eso que le dejé claro que no era viable.

Cuando nos sentamos juntos junto a mi toalla en la orilla, creí que el hombre se lo había pensado y se habría olvidado de ello. Pero cuando llevábamos una hora hablando, de repente hizo seña a su señora, se pusieron los zapatos y se dirigieron al peñón de la playa y por un costado empezaron a escalar hacia la cima.

Me daba horrores mirarlo y me concentraba en las olas del mar y en hacer mis quehaceres personales. 

A veces observaba y veía que les costaba subir y no habían avanzado casi nada. La mujer iba detrás del hombre siguiendo sus pasos por el lateral del peñón. 

Yo miraba y dejaba de mirar. Había intentado por todos los medios que desistiera y no arrastrara a su esposa, así que cuando miré de nuevo fue porque por el rabillo del ojo capté un fallo, un desprendimiento y la mujer caer para abajo desde una altura aproximada de tres metros arrastrando rocas y tierra.

Al hombre lo vi bajar asustado, recoger a su esposa y llevarla en brazos por toda la playa vacía. La pobre lloraba y estaba muy mal. El coche lo tenía abajo aparcado en el carril de la playa. Le ayudé teniendo la puerta abierta para que metiese a su esposa y salió rápido para Maro y posiblemente para Nerja.

Yo le avisé. No hay seguridad para escalar el acantilado y menos aún el peñón, y por el costado. Los desprendimientos suelen traer disgustos que ponen en peligro la integridad de las personas y él no dudó en arrastrar a su mujer. Nunca más los volví a ver. Me contaron que se fueron tras la grave caída de la alemana. Y considerando que tuvieron suerte.



Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

jueves, 30 de octubre de 2025

Un lindo fin de semana de cabrones

 Tengo la mala suerte que cada vez que se pega un individuo con buenas intenciones, tarde o temprano me jode una relación con alguna bella muchacha que pase unos pocos días en el entorno de Maro. Los hay que son de esos que ni joden ni dejan joder y no es culpa mía que se sientan atraidos por mi hermoso magnetismo para cualquier cosa menos para lo que más me gusta a mí.

Tenía de amigo a un alemán que me contaba muchas historietas de estas que cuentan quienes alguna vez en la vida han pasado por prisión. Yo siempre he sido de estas personas que no me meto en la vida de nadie y me da igual lo que les haya ocurrido en su vida mientras no se metan en la mía o intenten transformarla.

Yo podría escribir un montón de libros sobre todo tipo de cabrones, mayormente de hombres casados o con novia, que en el momento que les hice sombra, no brillaron ni solteros, ni con novia ni casados, y la señorita que pretendían me la llevé yo sin muchos problemas.

Los hombres casados que suelen venir a la playa de Maro con amantes que las hacen pasar por su señora es de risa. Querer darme lecciones de estas cosas es como haber construido un cohete para ir a la Luna y tras despegar, aterrizar en la calle Pintada de Nerja creyendo que las guiris que caminan por ella son extraterrestes y Nerja la luna Europa porque el Balcón de Europa está al final de la vía.

Ir con amantes diciendo que es tu mujer es una puta verguenza. Se les tenía que caer la cara derritiéndose como la cera bajo el Sol de la playa de Maro o que algún bicho le coma los güebos en la playa La Caleta para que se les quite las ganas de tontear con las mujeres de otros. Los cabrones consentidos que cuando sus mujeres toman la alternativa les roban la libertad. Porque, ¿a quién le importa con quién me acuesto?. Que tiene que llamar maricones a los que como yo andamos por el mundo con plena libertad sin hacer mal a nadie.

Mira que hay cabrones en el mundo que la noche anterior había hecho el amor hasta dos veces con una linda muchacha suiza. La primera vez lo hice dentro de mi tienda de campaña, pero hacía tanto calor que la hice salir fuera a la entrada de mi tienda de campaña porque entre el calor y sus resoplidos dando en mi cara me asfixiaba. 

Por la mañana, el cabrón de turno, acompañado por dos amigos más, casi me increpó porque hice lo que me pedía mi niña y dejé toda mi simiente dentro de ella por dos veces. ¿Dónde estaría oculto el individuo que me dijo en toda la cara que no tenía que hacerlo dentro de ella y que aprendiese a sacarla?.

¡Me quedé estupefacto con semejante cabrón!. "Yo lo echo donde me da la gana", le dije. Y el tío encima se sorprendió de mi contundente respuesta. Hubo una discusión en el merendero de mi amigo El Tripa, el dueño, que no creo que el hombre estuviese en esos momentos atento al tema porque era mediodía y tenía la barra del bar hasta los topes.

Al final pasé olímpicamente de aquel individuo y sus amigos que me tomaban por gilipollas y aquella noche cuando mi niña suiza y yo volvimos muy de madrugada de la discoteca Oasis, íbamos bebidos hasta los topes y habíamos bailado casi en exclusiva, para nosotros solos que nos ponia el disc jockey, casi toda la música de los Rollings Stones que le gustaba a ella, y en vez de empezar mi festival de cortejos dentro de mi tienda de campaña lo hice fuera, y por dos veces. Lo que pasa que mi niña suiza, por alguna rara razón, le dio por decirme que iba a tener un hijo mío, y me dejó bloqueado.

Por la mañana, con mucha resaca, se lo comenté a un amigo mío de la playa que siendo una década más mayor que yo era para que me hubiese dejado claro qué significaba aquello que me pedía mi niña suiza. Pero como ya he expresado al principio de esta historia, a mi alrededor no hay más que cabrones y gente resentida que se pasean por la playa haciendo creer que son libres y están más pillados que un pájaro en una jaula.

Como necesitaba pensar y el puto amigo me puso peor diciéndome cosas sin sentido, recogí mi mochila y todas mis cosas y me marché de la playa trastornado por los nervios dejando a mi chica suiza allí. Me fui a mi casa y estuve quince días pensando. Tras esos quince días volví a la playa y mi amigo todavía estaba allí pero mi chica suiza y nuestros amigos no. Entonces le comenté si acaso ella no le había dejado la dirección. Ahí por el rabillo del ojo se me escapaba el individuo.

Creo muy posible que ella le dejara a él su dirección. Y creo mucho más posible que el individuo la rompió, la tiró o se deshizo de lo que ella posiblemente me escribió, algunas palabras, alguna conexión, para conectar. ¿Comprendéis ahora lo que es un cabrón?. 

He aquí la versión de otro verdadero canalla. Así toda la vida incluyendo familia mía. Gente que va dando lecciones y son de lo peor. Bueno pues que no me pregunten por qué me volví frío y equidistante porque cuando me pasaban cosas así solía irme al camping de Sevilla, al de Córdoba, al de Granada o al de Almería para pensar, y os aseguro que a mí nunca en la vida me ayudaron a salvar una situación. 

¡Somos pocos hombres y muchos cabrones!.


Un lindo fin de semana de cabrones en la playa de Maro achicharrado por el Sol


Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

La chica que más he amado en la playa de Maro

 La mujer que más he amado en la Playa de Maro se llamaba Michaela, una alemana de Colonia. Una dama exquisita cuyos aromas han perdurado en mí recuerdo durante décadas. 

La conocí en mi época de mayor rebeldía. En unos tiempos confusos en las que mi mayor defensa consistía en un exigente control de mis emociones, para no dejarme llevar por lo que otros quieren para mí.

Le escribí durante cinco años esperando una pregunta que nunca hice y una respuesta que nunca recibí. En aquellos tiempos de confusión solo buscaba ganar lechos. 

Nunca pude soportar los continuos devaneos de nadie. O estás conmigo o no estás. Si me crea problemas considero que me deja. Pero Michaela nunca me dio ningún problema. 

A ninguna mujer le gusta ver la sombra de otra en mi lecho. Me hubiese ido a vivir con Christina de Heidelberg, pero mi chica preferida siempre hubiera sido Michaela de Colonia. 

¡Vaya dilema que se le presenta a alguna de mis pretendientes pretendenciosas!.

La criatura con la que más me sentí dolido se llamaba Sandra de Groenlo. 

La típica bruja que busca un lecho de última hora tras varias semanas de evitar una conexión entre ella y yo. 

Un sentido pésame por el trato de última hora que le endosé, abandonándola en medio de la carretera sin decir palabra.

De todas formas, en mi mente siempre estuvo Michaela.

También una malagueña llamada Elisa, con la única idea de seguir castigándola de por vida toda vez que se acerca a mi entorno sin mi permiso. 

Quien crea que tiene algo que perdonar, es un cretino que va a la iglesia a creerse la historieta de alguien que nunca existió. 

Por mi parte nunca acepto personas que una vez me rechazaron. 

La sabiduría de no aceptar personas que abandonan con soberbia y prepotencia, después de las decepciones regresan para atraparte con amor de hipoteca. 

Quien tiene una hipoteca con su mujer es un idiota. Terminará por pagarlo todo y pagarlo muy caro. 

Si vienes a joderme la vida te la jodo yo antes después de joderte la primera vez.

 Si tu marido te hizo firmar una hipoteca es porque quería agarrarte, por si conocías a alguien a quien pudieras querer más de lo que te puede querer él, con la misma miseria. 

Las machistas y los machistas son incapaces de comprender eso.

Ninguna mujer va a comprender por qué existe una mujer en mis sueños que no es ella. 

Ningún hombre va a aceptar a una mujer que sueña con otro que no es él.

Con Michaela nunca hubo problema. Lo hacíamos al amanecer y al anochecer. Así durante quince días. 

Nunca olvidé cuando volvíamos de Maro y nos metimos por un carril llevándola en volandas, a petición de ella. 

Lo que hicimos allí en aquella oscuridad sin luna se quedó grabado para siempre en mi mente y en mi corazón. 

Volverse totalmente loco no es gratis ni está al alcance de cualquiera. 

Hicimos lo que ella quiso y cuando se sintió dolida, la cogí entre mis brazos y sin besarla, le expresé en su mejilla mi más sentida locura por ella. 

Pegada a mi cuerpo ardiendo caminamos despacito hacia la playa de Maro.

Dormía en su tienda. Ella ocupaba el espacio de salida y a mí me dejaba el fondo. 

Me miraba con toda su belleza antes de quedarse dormida, sabiendo que era suyo y no me iba a ir. 

Yo la quería pero ella misma lo estropeó. Si estás conmigo y te portas como una cretina, te voy a echar de mi lado para siempre.

Si yo no juego con otras, cúbrete de no jugar con otros. O conmigo o sin mí. No hay zonas grises ni creo en salvadores del mundo.

Te dejé amarme y después ser una persona que nunca esperaba, ya no dejé que me amases. 

¡Es lo que hay!. 

Adiós para siempre.


Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Anita, la amante controladora del amor platónico

Conocí a Anita un caluroso día de verano de 1989 en el bar restaurante Cuevasol,  y desde entonces, nos vimos de forma habitual acampados en la playa de Maro, lo mismo en invierno que en verano. 

Yo, un chico moreno y atlético, seis años más mayor que ella, era escasamente más alto.

Vivíamos en Málaga a unos cuatro kilómetros el uno del otro, y la playa de Maro donde nos conocimos está en el límite de la provincia con Granada, a más de cincuenta kilómetros, en unos acantilados de gran valor ecológico. 

En verano ella pasaba por la playa Maro algunos fines de semana. 

Yo vivía allí en la tienda de campaña, por etapas, aunque los últimos años acampaba en el cortijo de un amigo.

Algunos inviernos recorría grandes distancias por la península y por Francia. 

Los veranos volvía a Maro durante los primeros días de junio y permanecía allí hasta mediados de octubre.

Una noche de ventisca, disfrutábamos al lado del fuego bajo una sombrilla contándonos historias, acompañando nuestros sueños con buenos vasos de tinto de verano tan fuerte como para nublar la mente.

Anita solo tenía ojos para mí y yo para ella. 

Pronto me pegué a ella para dejarme atrapar por sus besos durante toda la noche.

Dormimos juntos dentro de mi saco y por la mañana nos despertó el intenso calor y el bullicio playero. 

A última hora de la tarde ella recogió sus cosas y volvió a Málaga.

Yo seguí me quedé allí con su número de teléfono en la mano. 

Me dijo que cualquier día la llamara.

A los pocos días la llamé, creo que fue un jueves.

Gasté todas mis monedas sueltas en la cabina telefónica para oír sin querer su desprecio. 

La oía por el micro darme explicaciones sin sentido, cosas como venir a la playa cada quince días.

La arenga se acabó cuando me quedé sin monedas.

La cháchara que me estaba infringiendo a través del teléfono se cortó y no la volví a llamar. 

Comprendí perfectamente lo que pasó. Sin duda no iba a venir. 

Dejó claro que no sentía ningún interés por mí, así que me olvidé de ella.

La semana siguiente conocí a Micaela, una hermosa alemana que acababa de llegar a la playa y tuve relaciones con ella.

El viernes de ese fin de semana, el autobús de la línea que venía de Málaga hizo parada en la puerta del Cuevasol.

 Y Anita bajó del vehículo mientras desayunaba con mi hermosa Micaela. 

Me miró trastornada arrojando su mochila contra el suelo.

Volvió a coger su mochila y se fue directa a la playa muy enfadada. 

Lo siguiente que ocurrió fue hacerse la víctima entre mis amigos en la playa.

Le contó a un alemán amigo mío un cuento amoroso, yo era su verdugo y ella mi víctima, la amante desesperada no correspondida.

El alemán se tomó el cuento tan en serio que no se lo pensó dos veces antes de tomar la decisión personal de pedirle a Anita que se fuera a vivir con él a Alemania. 

Me contaron que Anita se hizo la sorprendida, pero después pidió al alemán declararse delante de todos en el merendero.

O sea que se hizo esperar para que yo bajara de Maro a la playa, con el único objetivo de que yo estuvierapresente con los amigos, bebiendo en el merendero de El Tripa.

Cuando bajamos Micaela y yo y nos sentamos en el merendero, aquello me pilló por sorpresa. 

Hizo que el alemán se le declarara delante de todos. 

Miré a ambos extrañado sin salir de mi asombro y la oí aceptar aquel compromiso con una rara actitud.

Anita se fue a Alemania y estuvo dos años conviviendo con el alemán hasta que rompió su compromiso.

Aquel mismo verano retornó a la acampada de la playa los fines de semana.

Vino a buscar sitio en mi entorno de amistades. No se fue con otro grupo para abrirse y dejarme en paz.

Entonces tras varios años, vino por la playa un amigo mío vasco, bajito y mucho más mayor que yo.

Trabajaba en el ayuntamiento de un pueblo cercano a Bilbao y Anita se pegó a él como una lapa. 

No llevaba ni cinco horas, que tuve limala suerte de oír a mi amigo declararse a ella, en el merendero. 

Nada más sentarnos en las mesas, Anita hizo que el vasco se le declarase y ella aceptar como si aquello fuera un juego.

No salía de mi asombro. La misma puesta en escena que con el alemán. 

Anita se fue a vivir a Bilbao con el vasco y tres años después apareció por la playa tras haber cortado su relación. 

Hacía un invierno muy frío y aquel año no me había ido aún a ninguna montaña.

Acostumbré por las tardes a tomar café en el bar de mi hermano en una zona de ocio de Málaga.

Un día, rara casualidad, apareció Anita con unas amigas y se sentaron en las mesas de la terraza.

Hablando con ella caí en la trampa de iniciar una relación.

Desde el principio, durante nuestras salidas, empecé a sufrir sus salidas de tono, sus desequilibrios y sus paranoias. 

Inestable y cualquier simple movimiento, se creía con derecho sobre mí, y cualquiera que fuera mi intención, ella explotaba su abuso con una actitud violenta y desagradable. 

Una vez entramos en un bar a comernos alguna hamburguesa o campero y cuando fuimos servidos, sufrí una agresión. 

Me arrojó la bebida por la cabeza y me restregó el campero por toda la cara vaciando el bote de la mostaza y el tomate.

Quizás no le gustó que mirara a otras mujeres que pasaban por la calle. 

Los camareros y el dueño del local observaron sorprendidos, esperando una actitud violenta por mi parte, pero no respondí a aquella agresión.

Fui al baño y me limpié. 
El dueño me trajo una toalla limpia. 

Salí del baño, pagué por el servicio y me fui directo a la calle para volver a mi casa.

Ella salió detras de mí persiguiéndome, pidiéndome perdón, y cuando llegamos a mi casa se desnudó para seducirme.

No fue la primera ni la única vez.

En otra ocasión, sentados en una terraza empezó a insultarme acusándome de mirar a otras mujeres y tener poca vergüenza.

Me escupió varias veces gritando, haciéndose la víctima, y yo aguantaba otra de sus escenas en público.

En uno de sus prontos rabiando, me dijo que no quería volver a verme. 

Así que aproveché y desaparecí de la escena creyendo ella que volvería y me haría rogar, pero me fui a mi casa.

Cavilaba que tenía decidido terminar la relación. L
a llamaría una última vez por teléfono tras pasar muchos días y adiós

Pasó el tiempo y supe por qué ocurrían estas escenas. 

Anita buscaba una relación conyugal seria, pero yo de ninguna manera iba a subir el nivel con semejante tipeja.

Cuando la llamé por teléfono se hizo la víctima, nunca pensó en pedirme perdón.

Creyó que yo era otro de esos idiotas con los que había estado, que me comportaría según sus caprichos para proveerla.  

Pensaba que le había llamado para la reconciliación, para ser oficialmente novios. 

No mostró ningún atisbo cercano de disculpa. Se creía mi dueña. 

Cuando corté la llamada fue para no volverla a llamar nunca más. 

A lo largo de año y medio, ella intentó por todos los medios que reconsiderara mi decisión. 

Usó al camarero del bar de mi hermano para que hablara conmigo y el individuo intentó darme lecciones. 

Se dejó ver por los alrededores del bar donde jugaba por las tardes al dominó, justo en el momento que yo salía, cruzándose en mi trayectoria.

Pero yo pasaba de largo.

Llegó el verano y me la encontré en la playa vigilándome desde la distancia. 

Vio que me hice amante de una extranjera con la que dormía por la noche en su apartamento. 

Anita, rabiosa, se hacía la víctima entre los campistas diciendo que yo era su novio, que rompí la relación por ser homosexual.

Esto fue así hasta que un día conoció a un italiano desventurado, y consiguió su noviazgo.

Lo trajo al pueblo para que yo lo viera, como si a mí me importara con quién se relacionaba. 

Estuvo muchos días exhibiéndose y solo la perdí de vista cuando cogí mi mochila y viajé a los montes Pirineos donde encontré trabajo.


Ana, la amante controladora del amor platónico de la playa Maro


Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

martes, 28 de octubre de 2025

La peligrosa década de 1980 en Plaza de Bailén

 Una vez lo hablamos Jesús y yo. La década de 1980 fue muy peligrosa.

Las calles repletas de facciones más o menos agresivas, con ideales políticos y paramilitares.

El diseño social se distinguía entre pijos y macarras. Bandas de atracadores que surgían de los barrios más pobres para atracar bancos. Mafias de narcos llenando los barrios de droga cada vez más dura.

La sociedad de los 80 arrastraba las miserias del franquismo. Las familias muy pobres carecían de protección institucional.

Lo sindicatos de proletarios estaban en confrontación permanente contra las grandes empresas.

El régimen sustituto mantenía los privilegios de las mismas familias que vivían del parasitismo institucional.

No había día en la Plaza de Bailén sin motoristas de la brigadilla pidiendo carnets. 

No había día sin alguna redada, ya que en todas partes crecían cretinos y chivatos.

Las Elecciones de 1982 la ganaron los socialistas de Felipe González en medio de una grave crisis política, con los colegios electorales protegidos con fuertes medidas de seguridad.

Algunos creyeron que traerían cosas buenas como el "NO a la OTAN", pero pronto, los socialistas socavaron las estructuras autosuficientes de muchas empresas, sobre todo si eran empresas familiares.

La caída de RUMASA fue un ataque directo al corazón de un holding de empresas autosuficientes, capaces de autogestionarse y autorregularse por sí mismas sin intervención del Estado.

Más o menos como muchas empresas malagueñas que vimos cerrar por la intervención felipista. 

Clínicas, empresas textiles, empresas de alimentación, se hundieron en la propaganda adversa para privilegios de empresas bendecidas por el Estado.

Hoy estamos siendo testigos del mismo intervencionismo institucional, comercios tradicionales desaparecen, tiendas, bares y restaurantes autóctonos malagueños, que son sustituidos por franquicias de comidas y bebidas.

El invierno de 1983 yo estaba tomando café en un pueblo de los pirineos franceses donde compré El País, que llegaba con dos días de retraso a la zona. 

No recuerdo exactamente el lugar, pero tenía una peña elevada con un torreón bien conservado, aunque el resto del castillo estaba en ruinas.

No recuerdo la población pero llegué allí porque me dedicaba a caminar y atrevesar collados de montañas recorriendo todo el pirineo, pero sé que allí vivían muchos ciudadanos vascos y portugueses.

Y como digo, tiene un castillo en un monte con un torreón de lo más vistoso, porque es allí donde montaba la tienda de campaña para dormir por la noche. 

Tenía intención de viajar a Rennes para visitar a una amiga francesa de madre indochina.

Y lo tuve que suspender para volver a Málaga a ver a mi madre, a la que ya habían despedido de la clínica de la Avenida de Barcelona.

Se encontraba inmersa en un juicio involucrada por los guarros de los sindicatos, haciendo perder a mi madre todos los derechos otorgados previamente.

Así fueron los años 80 en un distrito tan popular como la Plaza de Bailén de Málaga. 

Si echamos la vista atrás recordaremos a los amigos cuyas familias tuvieron que emigrar del entorno de la Plaza Bailén, por el hundimiento de su medio de vida.

Siendo chavales nos reíamos de lo que sucedía a nuestro alrededor, sin saber realmente lo que estaba ocurriendo.

Somos supervivientes, somos leyendas. Y por eso voy a poner nombres que recuerdo, y disculpen por los nombres que no recuerdo, que no tendré inconveniente en ir añadiendo más tarde que pronto.

Eladio, Emilio, Aurelio, Jesús, Francis, Curry, Monty, Rubén, Andrés hermano de Eladio, los hermanos Carqués, El rubio de calle Bailén, el Catalán y su hermana, J.Ramírez, ...(dejo abierto para ir poniendo nombres..)

De calle Churruca: José, Eduardo, Enrique el panadero.

TODOS SOMOS LEYENDA.

(Iremos llenando de nombres este post.)




Querido lector: Si te apetece dar un donativo, lo puedes hacer a partir de un euro. El banco tomará tus datos de tarjeta como es normal, pero te aseguro que bajo ningún concepto tus datos llegan a mí. Tus datos sigue siendo totalmente privados y yo nunca los conoceré. Para donar pulsa el enlace. Muchas gracias.

Nina, la suiza que quiso adueñarse de mí

Durante años, unos suizos y yo coincidimos algunos inviernos en la playa.   Un verano los vi entrar al merendero mientras tomaba unas cervez...