Una vez lo hablamos Jesús y yo. La década de 1980 fue muy peligrosa.
Las calles repletas de facciones más o menos agresivas, con ideales políticos y paramilitares.
El diseño social se distinguía entre pijos y macarras. Bandas de atracadores que surgían de los barrios más pobres para atracar bancos. Mafias de narcos llenando los barrios de droga cada vez más dura.
La sociedad de los 80 arrastraba las miserias del franquismo. Las familias muy pobres carecían de protección institucional.
Lo sindicatos de proletarios estaban en confrontación permanente contra las grandes empresas.
El régimen sustituto mantenía los privilegios de las mismas familias que vivían del parasitismo institucional.
No había día en la Plaza de Bailén sin motoristas de la brigadilla pidiendo carnets.
No había día sin alguna redada, ya que en todas partes crecían cretinos y chivatos.
Las Elecciones de 1982 la ganaron los socialistas de Felipe González en medio de una grave crisis política, con los colegios electorales protegidos con fuertes medidas de seguridad.
Algunos creyeron que traerían cosas buenas como el "NO a la OTAN", pero pronto, los socialistas socavaron las estructuras autosuficientes de muchas empresas, sobre todo si eran empresas familiares.
La caída de RUMASA fue un ataque directo al corazón de un holding de empresas autosuficientes, capaces de autogestionarse y autorregularse por sí mismas sin intervención del Estado.
Más o menos como muchas empresas malagueñas que vimos cerrar por la intervención felipista.
Clínicas, empresas textiles, empresas de alimentación, se hundieron en la propaganda adversa para privilegios de empresas bendecidas por el Estado.
Hoy estamos siendo testigos del mismo intervencionismo institucional, comercios tradicionales desaparecen, tiendas, bares y restaurantes autóctonos malagueños, que son sustituidos por franquicias de comidas y bebidas.
El invierno de 1983 yo estaba tomando café en un pueblo de los pirineos franceses donde compré El País, que llegaba con dos días de retraso a la zona.
No recuerdo exactamente el lugar, pero tenía una peña elevada con un torreón bien conservado, aunque el resto del castillo estaba en ruinas.
No recuerdo la población pero llegué allí porque me dedicaba a caminar y atrevesar collados de montañas recorriendo todo el pirineo, pero sé que allí vivían muchos ciudadanos vascos y portugueses.
Y como digo, tiene un castillo en un monte con un torreón de lo más vistoso, porque es allí donde montaba la tienda de campaña para dormir por la noche.
Tenía intención de viajar a Rennes para visitar a una amiga francesa de madre indochina.
Y lo tuve que suspender para volver a Málaga a ver a mi madre, a la que ya habían despedido de la clínica de la Avenida de Barcelona.
Se encontraba inmersa en un juicio involucrada por los guarros de los sindicatos, haciendo perder a mi madre todos los derechos otorgados previamente.
Así fueron los años 80 en un distrito tan popular como la Plaza de Bailén de Málaga.
Si echamos la vista atrás recordaremos a los amigos cuyas familias tuvieron que emigrar del entorno de la Plaza Bailén, por el hundimiento de su medio de vida.
Siendo chavales nos reíamos de lo que sucedía a nuestro alrededor, sin saber realmente lo que estaba ocurriendo.
Somos supervivientes, somos leyendas. Y por eso voy a poner nombres que recuerdo, y disculpen por los nombres que no recuerdo, que no tendré inconveniente en ir añadiendo más tarde que pronto.
Eladio, Emilio, Aurelio, Jesús, Francis, Curry, Monty, Rubén, Andrés hermano de Eladio, los hermanos Carqués, El rubio de calle Bailén, el Catalán y su hermana, J.Ramírez, ...(dejo abierto para ir poniendo nombres..)
De calle Churruca: José, Eduardo, Enrique el panadero.
TODOS SOMOS LEYENDA.
(Iremos llenando de nombres este post.)
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