Hubo unas temporadas en la playa de Maro que venían a veranear alemanes de origen turco con sus mujeres alemanas.
Conocí a un turco y su bella señora alemana que pasando unos deliciosos días va y lo jode con tremendo error de bulto, estupidez y graves consecuencias.
Era de origen turco pero su rostro parecía más un egipcio por ser guapito con unos ojos marrones oscuros muy atractivos que eran correspondidos por su esposa, una rubia alemana con espléndidos ojos celestes.
Se veía que eran gente de dinero y creo que paraban en los apartamentos del Balcón de Maro siendo los dos excelentes personas muy abiertos con toda la gente en la playa y en el merendero.
Se ve que al hombre le gustaba andar y recorrer senderos y carriles acompañado de su mujer y gozaba con ello profundamente porque después me contaba detalles de a dónde habían ido.
Todo iba perfecto hasta que un día que bajó a la playa vacía que solo estaba yo, tuvimos una discusión en la que le dejé claro que no me gustaba lo que pensaba hacer.
Su mujer no entendía ni papa de español, todo lo contrario que él, que lo hablaba perfectamente, lo que me hace creer que tuvo una educación cercana a españoles allá donde reside o halla vivido.
Yo lo miraba con horrores por lo que pretendía y intenté avisar a su mujer que no me gustaba la idea y me producía un fuerte y desagradable rechazo, y eso que le dejé claro que no era viable.
Cuando nos sentamos juntos junto a mi toalla en la orilla, creí que el hombre se lo había pensado y se habría olvidado de ello. Pero cuando llevábamos una hora hablando, de repente hizo seña a su señora, se pusieron los zapatos y se dirigieron al peñón de la playa y por un costado empezaron a escalar hacia la cima.
Me daba horrores mirarlo y me concentraba en las olas del mar y en hacer mis quehaceres personales.
A veces observaba y veía que les costaba subir y no habían avanzado casi nada. La mujer iba detrás del hombre siguiendo sus pasos por el lateral del peñón.
Yo miraba y dejaba de mirar. Había intentado por todos los medios que desistiera y no arrastrara a su esposa, así que cuando miré de nuevo fue porque por el rabillo del ojo capté un fallo, un desprendimiento y la mujer caer para abajo desde una altura aproximada de tres metros arrastrando rocas y tierra.
Al hombre lo vi bajar asustado, recoger a su esposa y llevarla en brazos por toda la playa vacía. La pobre lloraba y estaba muy mal. El coche lo tenía abajo aparcado en el carril de la playa. Le ayudé teniendo la puerta abierta para que metiese a su esposa y salió rápido para Maro y posiblemente para Nerja.
Yo le avisé. No hay seguridad para escalar el acantilado y menos aún el peñón, y por el costado. Los desprendimientos suelen traer disgustos que ponen en peligro la integridad de las personas y él no dudó en arrastrar a su mujer. Nunca más los volví a ver. Me contaron que se fueron tras la grave caída de la alemana. Y considerando que tuvieron suerte.
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