El año 1.979 trabajaba en el Pogo's, un bar de desayunos y comidas enfrente de la discoteca Piper's, al lado del bar Dallas, en pleno centro de Torremolinos.
Mi padre me compró una Bultaco con la cilindrada mínima. Me levantaba a las 5 de la mañana para llegar con mi Bultaco al centro de Torremolinos, a abrir la cocina del local a las 6 de la mañana.
El horario coincidía con los cientos de trabajadores de la hostelería usuarios de los autobuses Portillo, que venían al local a desayunar.
Trabajaba todos los días desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la tarde sin parar, solo tenía tiempo para dormir.
Me había hecho asiduo a las discotecas un par de años antes, en 1977, cuando trabajaba en el hotel Rubens de Benalmádena Costa, por los pitorreos, las habladurías y los tratos de los compañeros del hotel.
Ese año un cliente me hizo oír una cinta de La cara oculta de la Luna, de Pink Floyd, en un gran equipo de música, y estuvimos oyendo el álbum por completo durante mi tiempo de descanso.
Nada más oír aquella música me di cuenta enseguida de los cambios
estructurales que producía en mi mente, a tal modo que no importaba el idioma de las canciones sino lo que la música me hablaba contándome de todo.
Así fue que un día escuché por primera vez en la disco, el single Otro ladrillo en el Muro.
Llevaba varios años siendo acosado por compañeros de trabajo, siendo aún un joven en fase de desarrollo, que no había experimentado aún mi mayor cambio físico.
Fueron tan duros los acosos, que llevaba bastante tiempo preparado para irme y desaparecer del mapa.
Harto de las palizas, un día le compré a un compañero de la OJE una mochila agujereada y una tienda de campaña destartalada por tres mil pesetas que me había dado mi madre.
Yo no tenía dinero a pesar de trabajar tantas horas porque el dinero obviamente se lo quedaba mi padre.
Cuando me fugué para desaparecer, llevaba en la mochila el single "Otro ladrillo en el Muro" que yo bailé tantas veces en las discotecas.
Caminaba por la carretera yendo para Barcelona sin dinero, cuando vi que en un pueblo había feria, y le pedí al dueño de una atracción que me pusiera el disco.
El hombre puso el disco y aunque no entendía ni papa de lo que cantaba, la música me contaba cosas graves que me estaban sucediendo, la agonía, los acosos sistemáticos en el trabajo, trabajar cientos de horas sin pillar apenas una peseta, etcétera.
Cuando volví a Málaga en los primeros meses de 1980, en la Plaza de Bailén nadie entendía que yo pudiera comprar un buen radiocasette con unos bafles extraordinarios.
Los compré tras ir a la Caja de Ronda de la Avenida de Andalucía a cobrar el desempleo, que se había ido amontonando por meses.
El radiocasette lo compré en el Corte Ingles.
Necesitaba oír aquella música que cantaba mis pesares. No me hacía falta aprender idiomas.
Otro ladrillo en el Muro, cuenta los acosos y las presiones. Confortably Numb cuenta por qué huí y cómo me sentía. Wish you were here, cuenta las desidias de la gente de mi entorno, los hechos con más valor que las palabras.
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