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viernes, 31 de octubre de 2025

El necio alemán de origen turco de la Playa de Maro

 Hubo unas temporadas en la playa de Maro que venían a veranear alemanes de origen turco con sus mujeres alemanas.

Conocí a un turco y su bella señora alemana que pasando unos deliciosos  días va y lo jode con tremendo error de bulto, estupidez y graves consecuencias. 

Era de origen turco pero su rostro parecía más un egipcio por ser guapito con unos ojos marrones oscuros muy atractivos que eran correspondidos por su esposa, una rubia alemana con espléndidos ojos celestes.

Se veía que eran gente de dinero y creo que paraban en los apartamentos del Balcón de Maro siendo los dos excelentes personas muy abiertos con toda la gente en la playa y en el merendero.

Se ve que al hombre le gustaba andar y recorrer senderos y carriles acompañado de su mujer y gozaba con ello profundamente porque después me contaba detalles de a dónde habían ido.

Todo iba perfecto hasta que un día que bajó a la playa vacía que solo estaba yo, tuvimos una discusión en la que le dejé claro que no me gustaba lo que pensaba hacer.

Su mujer no entendía ni papa de español, todo lo contrario que él, que lo hablaba perfectamente, lo que me hace creer que tuvo una educación cercana a españoles allá donde reside o halla vivido.

Yo lo miraba con horrores por lo que pretendía y intenté avisar a su mujer que no me gustaba la idea y me producía un fuerte y desagradable rechazo, y eso que le dejé claro que no era viable.

Cuando nos sentamos juntos junto a mi toalla en la orilla, creí que el hombre se lo había pensado y se habría olvidado de ello. Pero cuando llevábamos una hora hablando, de repente hizo seña a su señora, se pusieron los zapatos y se dirigieron al peñón de la playa y por un costado empezaron a escalar hacia la cima.

Me daba horrores mirarlo y me concentraba en las olas del mar y en hacer mis quehaceres personales. 

A veces observaba y veía que les costaba subir y no habían avanzado casi nada. La mujer iba detrás del hombre siguiendo sus pasos por el lateral del peñón. 

Yo miraba y dejaba de mirar. Había intentado por todos los medios que desistiera y no arrastrara a su esposa, así que cuando miré de nuevo fue porque por el rabillo del ojo capté un fallo, un desprendimiento y la mujer caer para abajo desde una altura aproximada de tres metros arrastrando rocas y tierra.

Al hombre lo vi bajar asustado, recoger a su esposa y llevarla en brazos por toda la playa vacía. La pobre lloraba y estaba muy mal. El coche lo tenía abajo aparcado en el carril de la playa. Le ayudé teniendo la puerta abierta para que metiese a su esposa y salió rápido para Maro y posiblemente para Nerja.

Yo le avisé. No hay seguridad para escalar el acantilado y menos aún el peñón, y por el costado. Los desprendimientos suelen traer disgustos que ponen en peligro la integridad de las personas y él no dudó en arrastrar a su mujer. Nunca más los volví a ver. Me contaron que se fueron tras la grave caída de la alemana. Y considerando que tuvieron suerte.



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jueves, 30 de octubre de 2025

Un lindo fin de semana de cabrones

 Tengo la mala suerte que cada vez que se pega un individuo con buenas intenciones, tarde o temprano me jode una relación con alguna bella muchacha que pase unos pocos días en el entorno de Maro. Los hay que son de esos que ni joden ni dejan joder y no es culpa mía que se sientan atraidos por mi hermoso magnetismo para cualquier cosa menos para lo que más me gusta a mí.

Tenía de amigo a un alemán que me contaba muchas historietas de estas que cuentan quienes alguna vez en la vida han pasado por prisión. Yo siempre he sido de estas personas que no me meto en la vida de nadie y me da igual lo que les haya ocurrido en su vida mientras no se metan en la mía o intenten transformarla.

Yo podría escribir un montón de libros sobre todo tipo de cabrones, mayormente de hombres casados o con novia, que en el momento que les hice sombra, no brillaron ni solteros, ni con novia ni casados, y la señorita que pretendían me la llevé yo sin muchos problemas.

Los hombres casados que suelen venir a la playa de Maro con amantes que las hacen pasar por su señora es de risa. Querer darme lecciones de estas cosas es como haber construido un cohete para ir a la Luna y tras despegar, aterrizar en la calle Pintada de Nerja creyendo que las guiris que caminan por ella son extraterrestes y Nerja la luna Europa porque el Balcón de Europa está al final de la vía.

Ir con amantes diciendo que es tu mujer es una puta verguenza. Se les tenía que caer la cara derritiéndose como la cera bajo el Sol de la playa de Maro o que algún bicho le coma los güebos en la playa La Caleta para que se les quite las ganas de tontear con las mujeres de otros. Los cabrones consentidos que cuando sus mujeres toman la alternativa les roban la libertad. Porque, ¿a quién le importa con quién me acuesto?. Que tiene que llamar maricones a los que como yo andamos por el mundo con plena libertad sin hacer mal a nadie.

Mira que hay cabrones en el mundo que la noche anterior había hecho el amor hasta dos veces con una linda muchacha suiza. La primera vez lo hice dentro de mi tienda de campaña, pero hacía tanto calor que la hice salir fuera a la entrada de mi tienda de campaña porque entre el calor y sus resoplidos dando en mi cara me asfixiaba. 

Por la mañana, el cabrón de turno, acompañado por dos amigos más, casi me increpó porque hice lo que me pedía mi niña y dejé toda mi simiente dentro de ella por dos veces. ¿Dónde estaría oculto el individuo que me dijo en toda la cara que no tenía que hacerlo dentro de ella y que aprendiese a sacarla?.

¡Me quedé estupefacto con semejante cabrón!. "Yo lo echo donde me da la gana", le dije. Y el tío encima se sorprendió de mi contundente respuesta. Hubo una discusión en el merendero de mi amigo El Tripa, el dueño, que no creo que el hombre estuviese en esos momentos atento al tema porque era mediodía y tenía la barra del bar hasta los topes.

Al final pasé olímpicamente de aquel individuo y sus amigos que me tomaban por gilipollas y aquella noche cuando mi niña suiza y yo volvimos muy de madrugada de la discoteca Oasis, íbamos bebidos hasta los topes y habíamos bailado casi en exclusiva, para nosotros solos que nos ponia el disc jockey, casi toda la música de los Rollings Stones que le gustaba a ella, y en vez de empezar mi festival de cortejos dentro de mi tienda de campaña lo hice fuera, y por dos veces. Lo que pasa que mi niña suiza, por alguna rara razón, le dio por decirme que iba a tener un hijo mío, y me dejó bloqueado.

Por la mañana, con mucha resaca, se lo comenté a un amigo mío de la playa que siendo una década más mayor que yo era para que me hubiese dejado claro qué significaba aquello que me pedía mi niña suiza. Pero como ya he expresado al principio de esta historia, a mi alrededor no hay más que cabrones y gente resentida que se pasean por la playa haciendo creer que son libres y están más pillados que un pájaro en una jaula.

Como necesitaba pensar y el puto amigo me puso peor diciéndome cosas sin sentido, recogí mi mochila y todas mis cosas y me marché de la playa trastornado por los nervios dejando a mi chica suiza allí. Me fui a mi casa y estuve quince días pensando. Tras esos quince días volví a la playa y mi amigo todavía estaba allí pero mi chica suiza y nuestros amigos no. Entonces le comenté si acaso ella no le había dejado la dirección. Ahí por el rabillo del ojo se me escapaba el individuo.

Creo muy posible que ella le dejara a él su dirección. Y creo mucho más posible que el individuo la rompió, la tiró o se deshizo de lo que ella posiblemente me escribió, algunas palabras, alguna conexión, para conectar. ¿Comprendéis ahora lo que es un cabrón?. 

He aquí la versión de otro verdadero canalla. Así toda la vida incluyendo familia mía. Gente que va dando lecciones y son de lo peor. Bueno pues que no me pregunten por qué me volví frío y equidistante porque cuando me pasaban cosas así solía irme al camping de Sevilla, al de Córdoba, al de Granada o al de Almería para pensar, y os aseguro que a mí nunca en la vida me ayudaron a salvar una situación. 

¡Somos pocos hombres y muchos cabrones!.


Un lindo fin de semana de cabrones en la playa de Maro achicharrado por el Sol


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La chica que más he amado en la playa de Maro

 La mujer que más he amado en la Playa de Maro se llamaba Michaela, una alemana de Colonia. Una dama exquisita cuyos aromas han perdurado en mí recuerdo durante décadas. 

La conocí en mi época de mayor rebeldía. En unos tiempos confusos en las que mi mayor defensa consistía en un exigente control de mis emociones, para no dejarme llevar por lo que otros quieren para mí.

Le escribí durante cinco años esperando una pregunta que nunca hice y una respuesta que nunca recibí. En aquellos tiempos de confusión solo buscaba ganar lechos. 

Nunca pude soportar los continuos devaneos de nadie. O estás conmigo o no estás. Si me crea problemas considero que me deja. Pero Michaela nunca me dio ningún problema. 

A ninguna mujer le gusta ver la sombra de otra en mi lecho. Me hubiese ido a vivir con Christina de Heidelberg, pero mi chica preferida siempre hubiera sido Michaela de Colonia. 

¡Vaya dilema que se le presenta a alguna de mis pretendientes pretendenciosas!.

La criatura con la que más me sentí dolido se llamaba Sandra de Groenlo. 

La típica bruja que busca un lecho de última hora tras varias semanas de evitar una conexión entre ella y yo. 

Un sentido pésame por el trato de última hora que le endosé, abandonándola en medio de la carretera sin decir palabra.

De todas formas, en mi mente siempre estuvo Michaela.

También una malagueña llamada Elisa, con la única idea de seguir castigándola de por vida toda vez que se acerca a mi entorno sin mi permiso. 

Quien crea que tiene algo que perdonar, es un cretino que va a la iglesia a creerse la historieta de alguien que nunca existió. 

Por mi parte nunca acepto personas que una vez me rechazaron. 

La sabiduría de no aceptar personas que abandonan con soberbia y prepotencia, después de las decepciones regresan para atraparte con amor de hipoteca. 

Quien tiene una hipoteca con su mujer es un idiota. Terminará por pagarlo todo y pagarlo muy caro. 

Si vienes a joderme la vida te la jodo yo antes después de joderte la primera vez.

 Si tu marido te hizo firmar una hipoteca es porque quería agarrarte, por si conocías a alguien a quien pudieras querer más de lo que te puede querer él, con la misma miseria. 

Las machistas y los machistas son incapaces de comprender eso.

Ninguna mujer va a comprender por qué existe una mujer en mis sueños que no es ella. 

Ningún hombre va a aceptar a una mujer que sueña con otro que no es él.

Con Michaela nunca hubo problema. Lo hacíamos al amanecer y al anochecer. Así durante quince días. 

Nunca olvidé cuando volvíamos de Maro y nos metimos por un carril llevándola en volandas, a petición de ella. 

Lo que hicimos allí en aquella oscuridad sin luna se quedó grabado para siempre en mi mente y en mi corazón. 

Volverse totalmente loco no es gratis ni está al alcance de cualquiera. 

Hicimos lo que ella quiso y cuando se sintió dolida, la cogí entre mis brazos y sin besarla, le expresé en su mejilla mi más sentida locura por ella. 

Pegada a mi cuerpo ardiendo caminamos despacito hacia la playa de Maro.

Dormía en su tienda. Ella ocupaba el espacio de salida y a mí me dejaba el fondo. 

Me miraba con toda su belleza antes de quedarse dormida, sabiendo que era suyo y no me iba a ir. 

Yo la quería pero ella misma lo estropeó. Si estás conmigo y te portas como una cretina, te voy a echar de mi lado para siempre.

Si yo no juego con otras, cúbrete de no jugar con otros. O conmigo o sin mí. No hay zonas grises ni creo en salvadores del mundo.

Te dejé amarme y después ser una persona que nunca esperaba, ya no dejé que me amases. 

¡Es lo que hay!. 

Adiós para siempre.


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miércoles, 29 de octubre de 2025

Anita, la amante controladora del amor platónico

Conocí a Anita un caluroso día de verano de 1989 en el bar restaurante Cuevasol,  y desde entonces, nos vimos de forma habitual acampados en la playa de Maro, lo mismo en invierno que en verano. 

Yo, un chico moreno y atlético, seis años más mayor que ella, era escasamente más alto.

Vivíamos en Málaga a unos cuatro kilómetros el uno del otro, y la playa de Maro donde nos conocimos está en el límite de la provincia con Granada, a más de cincuenta kilómetros, en unos acantilados de gran valor ecológico. 

En verano ella pasaba por la playa Maro algunos fines de semana. 

Yo vivía allí en la tienda de campaña, por etapas, aunque los últimos años acampaba en el cortijo de un amigo.

Algunos inviernos recorría grandes distancias por la península y por Francia. 

Los veranos volvía a Maro durante los primeros días de junio y permanecía allí hasta mediados de octubre.

Una noche de ventisca, disfrutábamos al lado del fuego bajo una sombrilla contándonos historias, acompañando nuestros sueños con buenos vasos de tinto de verano tan fuerte como para nublar la mente.

Anita solo tenía ojos para mí y yo para ella. 

Pronto me pegué a ella para dejarme atrapar por sus besos durante toda la noche.

Dormimos juntos dentro de mi saco y por la mañana nos despertó el intenso calor y el bullicio playero. 

A última hora de la tarde ella recogió sus cosas y volvió a Málaga.

Yo seguí me quedé allí con su número de teléfono en la mano. 

Me dijo que cualquier día la llamara.

A los pocos días la llamé, creo que fue un jueves.

Gasté todas mis monedas sueltas en la cabina telefónica para oír sin querer su desprecio. 

La oía por el micro darme explicaciones sin sentido, cosas como venir a la playa cada quince días.

La arenga se acabó cuando me quedé sin monedas.

La cháchara que me estaba infringiendo a través del teléfono se cortó y no la volví a llamar. 

Comprendí perfectamente lo que pasó. Sin duda no iba a venir. 

Dejó claro que no sentía ningún interés por mí, así que me olvidé de ella.

La semana siguiente conocí a Micaela, una hermosa alemana que acababa de llegar a la playa y tuve relaciones con ella.

El viernes de ese fin de semana, el autobús de la línea que venía de Málaga hizo parada en la puerta del Cuevasol.

 Y Anita bajó del vehículo mientras desayunaba con mi hermosa Micaela. 

Me miró trastornada arrojando su mochila contra el suelo.

Volvió a coger su mochila y se fue directa a la playa muy enfadada. 

Lo siguiente que ocurrió fue hacerse la víctima entre mis amigos en la playa.

Le contó a un alemán amigo mío un cuento amoroso, yo era su verdugo y ella mi víctima, la amante desesperada no correspondida.

El alemán se tomó el cuento tan en serio que no se lo pensó dos veces antes de tomar la decisión personal de pedirle a Anita que se fuera a vivir con él a Alemania. 

Me contaron que Anita se hizo la sorprendida, pero después pidió al alemán declararse delante de todos en el merendero.

O sea que se hizo esperar para que yo bajara de Maro a la playa, con el único objetivo de que yo estuvierapresente con los amigos, bebiendo en el merendero de El Tripa.

Cuando bajamos Micaela y yo y nos sentamos en el merendero, aquello me pilló por sorpresa. 

Hizo que el alemán se le declarara delante de todos. 

Miré a ambos extrañado sin salir de mi asombro y la oí aceptar aquel compromiso con una rara actitud.

Anita se fue a Alemania y estuvo dos años conviviendo con el alemán hasta que rompió su compromiso.

Aquel mismo verano retornó a la acampada de la playa los fines de semana.

Vino a buscar sitio en mi entorno de amistades. No se fue con otro grupo para abrirse y dejarme en paz.

Entonces tras varios años, vino por la playa un amigo mío vasco, bajito y mucho más mayor que yo.

Trabajaba en el ayuntamiento de un pueblo cercano a Bilbao y Anita se pegó a él como una lapa. 

No llevaba ni cinco horas, que tuve limala suerte de oír a mi amigo declararse a ella, en el merendero. 

Nada más sentarnos en las mesas, Anita hizo que el vasco se le declarase y ella aceptar como si aquello fuera un juego.

No salía de mi asombro. La misma puesta en escena que con el alemán. 

Anita se fue a vivir a Bilbao con el vasco y tres años después apareció por la playa tras haber cortado su relación. 

Hacía un invierno muy frío y aquel año no me había ido aún a ninguna montaña.

Acostumbré por las tardes a tomar café en el bar de mi hermano en una zona de ocio de Málaga.

Un día, rara casualidad, apareció Anita con unas amigas y se sentaron en las mesas de la terraza.

Hablando con ella caí en la trampa de iniciar una relación.

Desde el principio, durante nuestras salidas, empecé a sufrir sus salidas de tono, sus desequilibrios y sus paranoias. 

Inestable y cualquier simple movimiento, se creía con derecho sobre mí, y cualquiera que fuera mi intención, ella explotaba su abuso con una actitud violenta y desagradable. 

Una vez entramos en un bar a comernos alguna hamburguesa o campero y cuando fuimos servidos, sufrí una agresión. 

Me arrojó la bebida por la cabeza y me restregó el campero por toda la cara vaciando el bote de la mostaza y el tomate.

Quizás no le gustó que mirara a otras mujeres que pasaban por la calle. 

Los camareros y el dueño del local observaron sorprendidos, esperando una actitud violenta por mi parte, pero no respondí a aquella agresión.

Fui al baño y me limpié. 
El dueño me trajo una toalla limpia. 

Salí del baño, pagué por el servicio y me fui directo a la calle para volver a mi casa.

Ella salió detras de mí persiguiéndome, pidiéndome perdón, y cuando llegamos a mi casa se desnudó para seducirme.

No fue la primera ni la única vez.

En otra ocasión, sentados en una terraza empezó a insultarme acusándome de mirar a otras mujeres y tener poca vergüenza.

Me escupió varias veces gritando, haciéndose la víctima, y yo aguantaba otra de sus escenas en público.

En uno de sus prontos rabiando, me dijo que no quería volver a verme. 

Así que aproveché y desaparecí de la escena creyendo ella que volvería y me haría rogar, pero me fui a mi casa.

Cavilaba que tenía decidido terminar la relación. L
a llamaría una última vez por teléfono tras pasar muchos días y adiós

Pasó el tiempo y supe por qué ocurrían estas escenas. 

Anita buscaba una relación conyugal seria, pero yo de ninguna manera iba a subir el nivel con semejante tipeja.

Cuando la llamé por teléfono se hizo la víctima, nunca pensó en pedirme perdón.

Creyó que yo era otro de esos idiotas con los que había estado, que me comportaría según sus caprichos para proveerla.  

Pensaba que le había llamado para la reconciliación, para ser oficialmente novios. 

No mostró ningún atisbo cercano de disculpa. Se creía mi dueña. 

Cuando corté la llamada fue para no volverla a llamar nunca más. 

A lo largo de año y medio, ella intentó por todos los medios que reconsiderara mi decisión. 

Usó al camarero del bar de mi hermano para que hablara conmigo y el individuo intentó darme lecciones. 

Se dejó ver por los alrededores del bar donde jugaba por las tardes al dominó, justo en el momento que yo salía, cruzándose en mi trayectoria.

Pero yo pasaba de largo.

Llegó el verano y me la encontré en la playa vigilándome desde la distancia. 

Vio que me hice amante de una extranjera con la que dormía por la noche en su apartamento. 

Anita, rabiosa, se hacía la víctima entre los campistas diciendo que yo era su novio, que rompí la relación por ser homosexual.

Esto fue así hasta que un día conoció a un italiano desventurado, y consiguió su noviazgo.

Lo trajo al pueblo para que yo lo viera, como si a mí me importara con quién se relacionaba. 

Estuvo muchos días exhibiéndose y solo la perdí de vista cuando cogí mi mochila y viajé a los montes Pirineos donde encontré trabajo.


Ana, la amante controladora del amor platónico de la playa Maro


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martes, 28 de octubre de 2025

La peligrosa década de 1980 en Plaza de Bailén

 Una vez lo hablamos Jesús y yo. La década de 1980 fue muy peligrosa.

Las calles repletas de facciones más o menos agresivas, con ideales políticos y paramilitares.

El diseño social se distinguía entre pijos y macarras. Bandas de atracadores que surgían de los barrios más pobres para atracar bancos. Mafias de narcos llenando los barrios de droga cada vez más dura.

La sociedad de los 80 arrastraba las miserias del franquismo. Las familias muy pobres carecían de protección institucional.

Lo sindicatos de proletarios estaban en confrontación permanente contra las grandes empresas.

El régimen sustituto mantenía los privilegios de las mismas familias que vivían del parasitismo institucional.

No había día en la Plaza de Bailén sin motoristas de la brigadilla pidiendo carnets. 

No había día sin alguna redada, ya que en todas partes crecían cretinos y chivatos.

Las Elecciones de 1982 la ganaron los socialistas de Felipe González en medio de una grave crisis política, con los colegios electorales protegidos con fuertes medidas de seguridad.

Algunos creyeron que traerían cosas buenas como el "NO a la OTAN", pero pronto, los socialistas socavaron las estructuras autosuficientes de muchas empresas, sobre todo si eran empresas familiares.

La caída de RUMASA fue un ataque directo al corazón de un holding de empresas autosuficientes, capaces de autogestionarse y autorregularse por sí mismas sin intervención del Estado.

Más o menos como muchas empresas malagueñas que vimos cerrar por la intervención felipista. 

Clínicas, empresas textiles, empresas de alimentación, se hundieron en la propaganda adversa para privilegios de empresas bendecidas por el Estado.

Hoy estamos siendo testigos del mismo intervencionismo institucional, comercios tradicionales desaparecen, tiendas, bares y restaurantes autóctonos malagueños, que son sustituidos por franquicias de comidas y bebidas.

El invierno de 1983 yo estaba tomando café en un pueblo de los pirineos franceses donde compré El País, que llegaba con dos días de retraso a la zona. 

No recuerdo exactamente el lugar, pero tenía una peña elevada con un torreón bien conservado, aunque el resto del castillo estaba en ruinas.

No recuerdo la población pero llegué allí porque me dedicaba a caminar y atrevesar collados de montañas recorriendo todo el pirineo, pero sé que allí vivían muchos ciudadanos vascos y portugueses.

Y como digo, tiene un castillo en un monte con un torreón de lo más vistoso, porque es allí donde montaba la tienda de campaña para dormir por la noche. 

Tenía intención de viajar a Rennes para visitar a una amiga francesa de madre indochina.

Y lo tuve que suspender para volver a Málaga a ver a mi madre, a la que ya habían despedido de la clínica de la Avenida de Barcelona.

Se encontraba inmersa en un juicio involucrada por los guarros de los sindicatos, haciendo perder a mi madre todos los derechos otorgados previamente.

Así fueron los años 80 en un distrito tan popular como la Plaza de Bailén de Málaga. 

Si echamos la vista atrás recordaremos a los amigos cuyas familias tuvieron que emigrar del entorno de la Plaza Bailén, por el hundimiento de su medio de vida.

Siendo chavales nos reíamos de lo que sucedía a nuestro alrededor, sin saber realmente lo que estaba ocurriendo.

Somos supervivientes, somos leyendas. Y por eso voy a poner nombres que recuerdo, y disculpen por los nombres que no recuerdo, que no tendré inconveniente en ir añadiendo más tarde que pronto.

Eladio, Emilio, Aurelio, Jesús, Francis, Curry, Monty, Rubén, Andrés hermano de Eladio, los hermanos Carqués, El rubio de calle Bailén, el Catalán y su hermana, J.Ramírez, ...(dejo abierto para ir poniendo nombres..)

De calle Churruca: José, Eduardo, Enrique el panadero.

TODOS SOMOS LEYENDA.

(Iremos llenando de nombres este post.)




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lunes, 27 de octubre de 2025

Manuel, el gitano que se casó con la mujer que más quería

 Manuel era un gitano muy agresivo que se había casado por el rito propio obligado por su padre merced a un arreglo entre familias.

Él nunca quiso a esa mujer por muy bella que le pareciera a las mujeres y hombres de su familia pero no le quedó otra. No la deseó nunca a pesar de que le dio dos hijos.

Él tenía en mente dejar pasar el tiempo y después buscarse otra mujer. Siempre iba con un bastón chapado con acero en la contera con bellos adornos hechos a mano por todo el caño hasta la empuñadura forrada en cuero.

No era un bastón simple sino uno que daba miedo verlo colgando de su brazo, flexible y listo para ser usado contra cualquier agresor o agresión.

Conoció en un barrio marginal a una mujer gorda que padecía obesidad mórbida no extremadamente severa sino aceptable. Desde el primer momento hicieron amistad y sentía que tenía una amiga en quien confiar.

Le gustaba hablar y pasar con ella las horas muertas y intimaron hasta el punto que no volvió a su casa con su mujer y se quedó a vivir en la casa de su amada.

Él pensaba pedir el divorcio pero se encontró con la oposición de toda su familia y la familia de ella. Pero lo cierto es que el divorcio ha existido desde siempre entre las familias gitanas y considerado como natural cuando un matrimonio no puede convivir juntos por la cuestión que sea que uno no puede mandarse a cambiar y si hay signos que lo justifiquen, es aceptado y la pareja queda en libertad.

Manuel se limitó a seguir lo que le dictaban sus sentimientos y no los intereses familiares y su divorcio fue aceptado. Pero la ya ex mujer lo consideró una afrenta a su persona perder a su marido en favor de una gorda paya sin más atractivos que su cuerpo fofo.

La pareja se vio obligada a cambiar de ciudad para formar un hogar seguro para sus hijos y se fueron a vivir donde Manuel tenía amigos de correrías que le encontraron una cueva donde pareja se instaló.

Un día iban andando por unas callejuelas, Manuel con el bastón en ristre al lado de su mujer, fueron asaltados por un grupo de al menos cinco hombres y una mujer que los comandaba a la que reconoció como su ex esposa. Él cogió rápido de la empuñadura de su bastón y lo movió de lado a lado y de arriba a abajo atizando golpes y protegiendo a su mujer gritando como un lobo acorralado.

Maldecía como un demonio a pesar de que llevaba las de perder. Los gritos alarmaron a los vecinos y llamaron a la policía. En la pelea consiguieron agarrar a Manuel para entre tres y los otros terminaron de sujetarlo, entonces su ex mujer se acercó y con un cuchillo le marcó la cara y le dijo: "Ahora estamos en paz".
Lo hizo arrodillar y le golpeó con su bastón hasta que los hombres que la acompañaban, hermanos y primos, la pararon.

Le quitaron el bastón de las manos y por último miró a la mujer que por su aspecto supo que estaba embarazada. Se fue yendo llorando abrazada por los hombres miembros de su familia, pero justo en eso momento quedó atrapada en la calle con la policía apuntando con sus armas ordenando que se echaran al suelo con las manos separadas del cuerpo.

Los hombres obedecieron pero ella no. Le pidieron que se echara en el suelo y como no obedecía el mando de policía disparó con su arma un tiro de advertencia que silbó cerca de su cabeza y ella se arrojó al suelo de inmediato asustada al punto que le costaba respirar.

La policía les cogió las manos y los esposaron por detrás en el suelo cuando apareció la ambulancia y atendieron a Manuel y a su mujer bañada en lágrimas. Lo levantaron y pudo andar hasta el coche y miró a su ex mujer que la elevaban en volandas para meterla en el furgón.

Se echó en la camilla con su esposa al lado sin parar de llorar y preguntó por el bastón que había recogido su mujer y se lo puso en la camilla, él acarició la empuñadura agradecido mientras el médico le decía que el corte era sano y no dejaría ninguna marca.

Y Manuel se echó a llorar por primera vez en muchos años.


Manuel, el gitano que se casó con la mujer que más quería


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domingo, 26 de octubre de 2025

Apofis, la serpiente gigante que duerme en la playa de Maro

Esta historia no la saben ni los mareños más viejos, pero en la playa de La Caleta, en una gruta secreta, duerme la sagrada Apep, la gran serpiente gigante inmortal, cuya cola llega hasta la playa de Maro, la misma que me ha protegido los acantilados desde que nació el mundo. 

Algunos creerán que estoy contando un cuento, que las únicas divinidades que existen son las suyas, negando que exista tal serpiente, la misma que creó y protege la Tierra, ya que sin ella, no habría Tierra, ni tierra ni acantilados ni mar.

La gran serpiente que protege los acantilados, devorará a todos quienes sean la amenaza que inquiete su sueño.

Si observas un remolino sobre la superficie de las aguas, transparente como un espejo, te estará viendo.

 ¡Huye y reza porque el ojo de Apofis, la encarnación del Caos, no trague devorando tus sesos!.

Apofis, también llamada Apep, es la reina de las fuerzas maléficas que habitan la Duat. 

Es la encarnación del caos mismo y la insurrección armada que devora a los malnacidos para alimentar lo más profundo de las tinieblas.

Si quisiera, sería capaz de provocar un remolino tan grande que el mar se infle de tal manera, que las olas alcancen el pueblo y el agua penetre por debajo de las puertas, arrastrando corruptos hasta su boca para ser engullidos.

Apep, cuya función principal consiste en interrumpir el recorrido nocturno de la barca solar que, conducida por el Sol y defendida por la Luna, evita que todos aquellos que corrompen su sueño consigan alcanzar un nuevo día. 

Atacándoos, entrará en vuestro cuerpo y os veréis cual navío pendiendo en el abismo con la única finalidad de romper la Maat y el orden cósmico.

Apofis representa el mal que hay que contener, ya que nunca podrá ser aniquilada, ni dañada, ni sometida, porque de otro modo el ciclo solar no podría llevarse a cabo diariamente, y el mundo perecería. 

!Quedáis avisados!.




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sábado, 25 de octubre de 2025

Acantilados de Maro, la muerte tenía un precio

 El parque natural Maro - Cerro Gordo está siendo tentado por la especulación urbanística de fondos buitres madrileños, ocultos bajo la capa de ecologistas.

Tienen la intención de promover la construcción de un campo de golf que daña la estructura natural para siempre.

Maro es una pedanía de Nerja en dirección a Almería, rodeada de espacios naturales protegidos.

El paraje natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo​ y parque natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama.

En Maro también se encuentra la famosa Cueva de Nerja, declarada 'Bien de Interés Cultural', que forma parte del Patrimonio Histórico Español con categoría de Zona Arqueológica, a causa de los restos de Neandertales presentes en las mismas, que datan de veinticinco mil años aproximadamente.

Históricamente es una población de origen romano cuyo nombre fue Detunda. 

Destacó en la época árabe musulmana por la producción de productos obtenidos de la caña de azúcar. 

Dentro del municipio se encuentran las ruinas del Ingenio de Maro, que empezó a construirse en 1585, y estuvo funcionando hasta que un incendio en el siglo XIX la destrozó.

Maro tuvo etapas prósperas en el primer tercio del siglo XIX, por la producción de frutos tempranos, y en la actualidad continúa siendo terreno agrícola de gran valor e importancia para la agricultura de la comarca. 

Su potencial turístico se ha visto incrementado debido al interés por los espacios naturales, siendo un enclave único entre la costa malagueña y la granadina.

Su conexión con Nerja de forma extrordinaria, pretende conectar autobuses públicos y construir aparcamientos para vehículos privados.

Los escasos tres kilómetros entre Maro y Nerja, que antiguamente eran cuatro, la han convertido en uno de los peores lugares de la presión turística. 

maro, la muerte tenía un precio


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viernes, 24 de octubre de 2025

María Meta, la mujer perfecta que todo hombre quisiera tener

María Meta era una mujer que siendo muy joven, fue obligada a casarse con su marido, un hombre que no quería.

Durante los largos años de matrimonio el odio por su marido vivió encerrado en su pecho de mujer sumisa.

El hombre era un mujeriego empedernido, bajito y regordete, cuyo ego de putero, creció exponencialmente.

Aguantó sus palizas, sus borracheras, los embarazos fallidos de varios hijos que ella no deseaba.

Un día decidió eliminar de la vida de su marido todo lo que odiaba. Empezó a vigilar por dónde iba, con quién se juntaba y quiénes eras sus amantes.

Cierto día, en un canal de regadío, apareció una mujer sin vida asesinada por asfixia. La policía pidió no desatar la alarma, pero la gente empezó a sospechar que era obra de un psicópata.

La descomposición que mostraban los cuerpos era absoluta. Muchos desconfiaban de la policía y daban más crédito a la Guardia Civil, que fueron quienes examinaron el lugar donde apareció el cadáver.

María Meta escuchaba aquellas noticias por la radio. En su rostro se dibujó una sonrisa maliciosa. Por primera vez en muchos años estaba disfrutando.

Meses después las noticias radiofónicas daban la noticia del cuarto asesinato con el mismo factor: todas aparecieron muertas en un canal de agua de regadío, o en una alberca. Y habían sido estranguladas o asfixiadas previamente antes de descomponerse durante mucho tiempo bajo el agua.

La preocupación creció en la comarca tras hallarse el cuerpo de la última víctima, por la tarde, en un paraje natural entre huertos.

En un primer momento no se apreciaron signos de violencia. Los investigadores pensaban en una posible muerte natural. Pero tras la autopsia, los forenses encontraban signos de estrangulamiento y/o asfixia y confirmaban lo peor.

Tras varias semanas el pánico se había apoderado de la comarca ante la idea de un asesino en serie, pero ni la policía ni la Guardia Civil hallaron ningún indicio para relacionar las muertes de las mujeres. 

Solo coincidía la zona geográfica y la ejecución de los asesinatos, relacionados con una serie de desapariciones sospechosas.

La Guardia Civil desplazada, buscaba indicios por el camino donde apareció el cadáver intentando encontrar pistas que ayudasen a resolver el caso.

Agentes de la Policía Judicial que se habían hecho cargo de otros casos parecidos, y trataban de esclarecer lo ocurrido, desconociendo el móvil del asesinato.

Se desconocía la identidad de algunas de las mujeres y los hechos empezaron a coincidir con casos de otras desapariciones. 

La policía centraba su investigación en el entorno más cercano de las víctimas para descubrir conflictos o quiénes quisieran hacerles daño.

El objetivo era encontrar el móvil de los crímenes y estrechar el cerco sobre el asesino o los asesinos dejando abiertas todas las hipótesis.

Ante el temor existente en la comarca, se insistía en que de momento no se podía establecer conexión entre los casos. Según la Guardia Civil no se podía hablar de un asesino en serie más allá de la asfixia y estrangulamiento.

Las cuatro mujeres muertas en pocos meses pasaron a ser seis. Se encontraron dos nuevos cuerpos, uno en una alberca y en otro canal. La autopsia confirmó que habían sido estranguladas o asfixiadas.

El caso siguió sin resolverse algunos meses. Se sospechaba que las víctimas no tenían ninguna relación con el asesino. Cabía la posibilidad de que hubiesen sido escogidas al azar.

Algunas mujeres eran muy jóvenes, de apenas veinte años, que ejercían la prostitución por las carreteras y los polígonos cercanos, dentro de la zona de canales y ríos donde aparecieron asfixiadas o estranguladas.

Posteriormente eran arrastradas y arrojadas al agua en los canales o en las albercas de la comarca.
La única pista era el dibujo de un cliente habitual, la imagen borrosa de un automóvil al que subió una de las asesinadas aún sin identificar.

Pocos meses después desapareció una mujer cuyo cadáver apareció dos días después con síntomas de haber sido asfixiada y arrojada al canal.

No tenía nada que ver con la prostitución. Era una trabajadora reponedora de una empresa de envases cercana que, tras terminar su trabajo, volvía a su casa caminando.

La policía y la Guardia Civil analizaron todo y decidieron enfocar la investigación en un mismo autor o autores. Había indicios pero faltan pruebas.

El asesino escogía a sus víctimas al azar, y después de matarlas, las arrojaba a los canales y albercas porque los efectos del agua destruían rápidamente las evidencias biológicas que pudiese quedar en los cuerpos. 

Por eso los cadáveres estaban en muy mal estado tras un tiempo sumergidos. Se había confirmado que las víctimas no murieron en el lugar. El asesino las arrastró para hundirlas en el agua. Tampoco se han hallado evidencias de agresión sexual. Quedaba descartada la acción de un violador.

María Meta vio a su marido vestirse elegante. Ella lo siguió con la mirada sin decirle nada hasta que desapareció por la puerta y se fue.

Cuando oyó que su coche se alejaba, cogió su Seat Panda y lo siguió desde la distancia, hasta que salió de la carretera en una población a veinte kilómetros de su casa.

Vio entrar en el coche de su marido a una mujer que lo esperaba. Los siguió a lo largo del paseo marítimo hasta que aparcó. Entonces optó por irse y volvió al lugar donde su marido había recogido a aquella mujer. 

Aparcó en la parte más oscura y se quedó allí esperando. Pasadas las horas el marido llegó con el coche. Se bajó abrió y la puerta del copiloto a la dama. Se besaron. 

El entró en el coche y se fue mientras la mujer iniciaba la subida de la calle empinada para llegar a su casa.

María Meta encendió su Seat Panda y subió la cuesta tranquilamente hasta arriba para dar la vuelta en la rotonda y volver para abajo.

A decenas de metros se detuvo e hizo movimientos para aparcar el coche, haciendo que se le calase, y esperó ahí que pasara la mujer para pedirle un empujón para arrancarlo.

En el momento que se acercó a la trasera le dio un fuerte golpe en la cabeza. Sacó rápidamente un saco grande de esparto y con una fuerza y habilidad impresionantes, tumbó a la joven dentro.

La amarró con nudos bien trenzados tan rápido que pasó un coche iluminando la calle, y ella la tumbó con tanta facilidad como si transportara un kilo de patatas.

Quitó el freno de mano y la marcha trasera del coche. Lo dejó rodar por la cuesta, encendió las luces y viajó con su presa durante media hora hasta una central eléctrica.

Se detuvo en un solar de la compañía eléctrica, un edificio en ruinas. Sacó del coche el saco con su víctima dentro y se lo echó a la espalda como si no pesara nada. 

La llevó hasta las compuertas del antecanal de captación de agua para el canal de regadío de la comarca.
Allí en el borde del muro abrió el saco con una fuerza tremenda, agarró a su debilitada víctima por el cuello e intentó colocarle por la cabeza una bolsa para asfixiarla. 

Pero no pudo porque la víctima no se quedaba quieta. Soltó la bolsa y con su gran fuerza apretó terriblemente el cuello de su víctima.

Justo cuando varios guardias y policías se le echaron encima, la cogieron con violencia y le arrancaron las manos del cuello de la joven, a base de golpes con la culata del subfusil en toda la cara. 

Fue necesario una decena de agentes para tenerla en el suelo y esposarla. El marido recién llegado en un coche de policía, no podía creer el último acto de lo que había visto. 

Permaneció junto al inspector y el mando de la Guardia Civil de la operación sin dar crédito a lo que estaba pasando.

El sospechoso era él. El cebo era aquella mujer guardia civil. Pero viendo el curso de los acontecimientos, dejaron seguir la operación sin ser vistos, hasta averiguar a dónde traía a sus víctimas.

Al pasar su mujer cerca, le gritaba: "¡Te amo, te amo, te amo amor mío!". Esto provocó que media docena de agentes se emplearan a fondo para meterla en el furgón.

Al marido, que fumaba, se le cayó el cigarro de puro miedo. Se había cagado en los pantalones aterrorizado. Tal era el arranque de la mujer que creía controlar.

Oliendo la cagada, el mando de la Guardia Civil le pidió que se fuese a su casa, se bañara y se vistiera con ropa limpia, porque empezaba a oler fatal. 

También le preguntó: "¿Cuántos años dice que ha vivido con su mujer y ha salido vivo?”.


María Meta, una mujer muy joven obligada a casarse con un hombre al que no quería. Leer lee lecturas.


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jueves, 23 de octubre de 2025

En la playa de Maro aprendí mis libertades amorosas

En la playa de Maro aprendí que mis libertades amorosas, dependen de mis decisiones personales.

Narrar una historia de los años juveniles más tardíos, es un poco complicado.

 Pero cada vez que me acuerdo, sonrío, recordando pequeños detalles con mucha ternura.                                             

Las relaciones son nuestro sino de cada día, y quien lo niega miente como un bellaco.

Quien reniega de lo que ha vivido, se miente a sí mismo, dando muestras vivir una vida amargada.

Un día tuve que escapar de la playa de Maro yéndome al camping de Salobreña.

En la playa de Maro había una rara alemana que inocentemente, hizo que la cortejara.

Pero después de cortejada, empezó a darme problemas de una forma extraña y mezquina, teniendo la sensación que por alguna causa, pretendía humillarme.

La individua me estaba amargando la vida. 

Lo constaté por la forma en que había sido arrastrado al cortejo.

Cuando empezó a darme largas, decía que había llamado a su amigo y que llegaría pronto de Málaga.

Si tenía un amigo en Málaga, ¿quién la mandó para que yo la cortejase?.

Estaba alterando mis sentidos y quería asustarme. 

Seguramente con la intención de comerme la cabeza o sacarme de quicio. 

Así fue varios días antes de que se presentara el individuo.

Una mañana apareció el tipejo. Un tipo rubio con los ojos saltones, bastante feo. 

Un puto pijo con aires de vivir en la zona de Pedregalejo a la sombra del papaíto con dinerete. 

Al principio no recordaba quién era. Pero a la mañana siguiente, recordé haberlo visto en la escuela de idiomas en Pedregalejo.

Había ido en compañía de una amiga del Puerto de la Torre que me echaba los tejos, que yo nunca tuve demasiadas confianzas. 

Me la encontraba mucho por los bares de copas de la misma zona.

La escuela de idiomas era privada, situada en una villa con un patio enorme con jardín y palmeras de veinte metros de altura, que sobresalían por encima de los muros exteriores.

Me pareció increíble que alguien me enviara esta gentuza para amargarme la vida en la playa.

Tomé la decisión de deshacerme de ellos, y como no podía echarlos de la playa, me fui yo.

Por lo menos durante una semana, con el único objetivo, de no encontrármelos al volver a mi amada playa.

Así que muy a mi pesar, metí en mi mochila todas mis cosas y me marché al camping de Salobreña, que hoy no existe.

Allí volví a la tranquilidad. Se calmaron mis temores, y hui de la presencia de aquella pareja de cretinos hijos de mala madre. 

Aunque no lo creáis, esta situación puso a prueba mi templanza, ganada con años de experiencia.

La decisión que había tomado en ese momento, era la correcta.

Aquel suceso me llevó a una relación satisfactoria con dos chicas exquisitas, que estaba a punto de conocer en el camping.

Las circunstancias ampliaron mi conocimiento sobre mi capacidad emocional cuando peor lo pensaba.

Pero pronto me olvidé de lo ocurrido. 

Narro pues con un alto porcentaje de realidad, gritando a los cuatro vientos: “¡Que me quiten lo bailao!”.

Y lo siguiente, que conocí en el camping de Salobreña a dos chicas francesas deliciosas.

Salían por la puerta del camping para ir al pueblo, y yo me encontraba sentado en la terraza del bar, justo a la salida del recinto, leyendo un libro, saboreando un sol y sombra mitad anís mitad coñac.

En aquellos tiempos usaba el sol y sombra como bebida espiritual, talismán de mis correrías.

Con los años, me perfeccioné armándome con ciertos hábitos útiles a mis propósitos, que atraían a las chicas para que pudiera hacerlas reír y bailar de alegría. 

O sea, yo siempre he sido un grandísimo bribón.

Pero amaba a mis chicas con toda el alma. Y esto hace que siga siendo un soñador. 

Una especie de loco practicando submarinismo de profundidad.

Yo siempre vestía con poca ropa, dejando ver mi cuerpo de montañero.

Que se vean mis piernas fuertes llenas de soledad de subir montañas en invierno. 

Que se oigan los latidos de mi corazón atravesando cumbres durante meses.

Yo siempre he sido abierto, simpático y romántico, con cierto grado de cachondeo.

Tengo cara de pícaro, complejo y sofisticado, con la piel delicada tratada por la salitre del mar.

La francesita blanca, era blanquita, rellenita y deliciosa, con una mirada de color azul profundo, estupenda y penetrante, pecosa tirando a pelirroja. 

La otra francesita con rasgos de indochina, antiguo protectorado francés de Camboya, Vietnam, Laos, Birmania o Tailandia.

Ella era un poco más bajita que la blanquita. Tenía un pelo negro fino muy brillante que relucía bajo el sol, con unos ojos tan negros como misteriosos. 

Pareció que las chicas salían, pero hablaron entre ellas, dieron un rodeo a la terraza, y entraron por el lado sur para ocupar la mesa colindante a la mía.

¡Aquello era una señal!.

Dejaron sus cosas sobre la mesa y entraron al local. 

Pidieron bebida y volvieron para sentarse a mi vera, observando mi lectura mientras fingía estar despistado.

Y es que leer un libro, es la mejor forma para entablar una conversación amistosa entre desconocidos.

Pronto me preguntaron algo, y sonriente no entendí la pregunta. 

Uno no sabe qué le pueden estar diciendo. Me acerqué a ellas y comenzamos una conversación.

Preguntaron por un buen supermercado en el pueblo donde hubiese de todo. 

Tampoco querían andar demasiado. Solo comprar ciertas cosas necesarias. En eso sí les podía ayudar.

Para algo sirve venir al camping de Salobreña de vez en cuando. 

Me encantaba rular por los más recónditos rincones del pueblo. 

Sabía cómo llegar al hipermercado para comprar casi cualquier cosa.

Salobreña está a dos kilómetros de la playa. Casi toda la población sobre el peñón. 

De todas formas había que andar, pero conmigo se andaba mucho menos.

En el pueblo visitamos el castillo, subiendo por las callejuelas de los barrios moriscos. 

El castillo de Salobreña en verano, era un lugar mágico con diversidad de espectáculos.

Baile, música, marionetas, magia, obras de teatro, orquestas y grupos musicales.

Desde el anochecer hasta altas horas de la madrugada todas las noches. 

¡Qué bonito era Salobreña en verano!.

Después de las compras, subimos y nos divertimos. 

Y puedo decir con gran admiración, que me sentí muy contento de haberlas conocido.

Eran alegres y desenfadas hasta tal punto, que no solo bebimos sol y sombra, bebimos de todo, incluso licores franceses riquísimos.

De vuelta al camping, íbamos bien agarrados, cogidos de la mano por la cintura, cansados tras un montón de horas bailando, embriagados hasta por el mismo sueño.

A veces nos hacíamos zancadillas entre nosotros y nos caíamos al suelo entre risas. 

Después nos costaba mucho levantarnos sin soltarnos pero no paramos de reír.

Nos besábamos entre los tres totalmente beodos. 

Cualquiera que pasaba se nos quedaba mirando con sorpresa.

El camino de vuelta al camping estaba lleno de besos en la madrugada.

Y nos apretujamos cuando empezó a hacer fresco.

Al llegar a la entrada del camping, las chicas salieron disparadas para la tienda de campaña y yo para la mía. 

Teníamos las mismas necesidades, nos encontramos a la entrada de los baños, después de tantas horas aguantando.

En el desconcierto entramos juntos al mismo baño y terminamos bañándonos juntos en la ducha de mujeres.

Mi pecho parecía un confesionario. ¡Qué chuli!.

Nathalie, la indochina, me besaba los labios. Isabelle, la rubia me besaba por el otro lado. 

Cada una se hizo dueña de una parte de mí y yo las abrazaba por igual.

Nos bañamos, nos secamos y me arrastraron a la tienda de campaña de ellas. 

Ninguno dormimos en toda la noche.

A los pocos días conseguí traerlas a la playa de Maro. 

En ese tiempo ahorramos un montón de dinero en camping.

Cada día hacíamos nuestro recorrido por la orilla de la playa. 

Después nos íbamos al merendero del Tripa a hartarnos de cervezas con aceitunas y patatas chips.

Y cuando me hacían señas, entraba en la tienda de campaña como un autómata.

Hacía caso a mis amas sin oponer resistencia, y me abandonaba a los suaves masajes relajantes que me practicaban.

No creo que exista nada más relajante, que unos buenos masajes para viajar a un limbo de paz en el Tao.

Me arrancaban todas las impurezas del alma, todas las tensiones, las ansiedades y los bloqueos. 

Me hacían sentir limpio, querido y deseado. Algo muy difícil de experimentar.

Salía de la tienda de campaña para limpiar mis sudores con un buen chapuzón en el mar. 

No me importaba ni la hora, ni la noche, ni el día. 

Las madrugadas parecía no tener fin.

Pero en la playa, siempre aparecía algún capullo, que llamaba a la tienda de campaña, por cualquier sandez que se le ocurriera.

Las intenciones de este tipo de gentuza siempre son la de dar la marrana. 

Quizás el tipejo incluso había pensado que le dejaríamos sitio.

Lo primero yo no contestaba. 

Lo segundo, me asomaba para decirle que las niñas estaban dormidas, sin atender sus peros de ninguna clase.

Lo tercero es echar al individuo o a los  individuos mandándolos a dar la marrana a otra parte.

Tras eso me reencontraba con los ojillos brillantes que me esperaban en la penumbra de la tienda de campaña.

Mi vida ligando en solitario era normal. Nunca tuve confianza en nadie.

Cuando se presentaba una ocasión, mis amigos siempre solían comportarse como auténticos gilipollas, y terminaban fumando porros.

Yo no era fumador.

Con gente desagradable nunca quedaba nada coger.

Cada vez que me acompañaba alguno, rompeía mis posibilidades.

Después se iban a comerle los mocos a sus novias como buenos pringados.

Así que, para disfrutar de mis chicas, siempre en solitario. Y no dejaba entrar a nadie.

Estuvimos una semana juntos, corriendo por la playa en avanzadas horas nocturnas, desnudos.

Cuando se les acabaron las vacaciones, se miraron entre ellas y volvieron a Francia.

Viajaron cerca de Paimpol, al norte de Rennes, la zona de la Bretaña francesa.

Pasó el tiempo y yo seguí con mi vida. Y un día casi dos años después, recibí unas hermosas y lindas fotos.

Mis diosas con sus lindos y hermosos retoños. 

Una niña rubia y un niño con ojos negros y rostro indochino. “¡Saludad a papá!”.




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miércoles, 22 de octubre de 2025

Emma, la alemana que me abandonó en la Alpujarra

 Yo veraneaba en la acampada de la playa de Maro cuando conocí a unos alemanes recién llegados en sus motos de gran cilindrada.

Pronto nos hicimos amigos y pasamos todo el día compartiendo juntos cualquier cosa. Un día llegó una alemana muy rubia y grande, ignoro si era amiga de ellos o un familiar, y se quedó prendada de mí.

Por las noches en la acampada prendíamos una fogata y había reunión alrededor de ella, diversión y bebidas nunca faltaban, y supe que los motoristas alemanes se irían al día siguiente.

La alemana coqueteó conmigo y de alguna forma intentó llevarme a su lecho pero fue regañada por mi amigo Arno en un alemán incomprensible para mí.

Me daba la impresión de que eran hermanos o ya se conocían íntimamente por alguna razón. Me resultó extraño. No entendí qué pasó.

Dos años después estaba en la playa y aparecieron motoristas con sus resplandecientes motos.

Se quitaron los trajes de motoristas locos por darse un chapuzón y raudos corrieron al agua sin pensarlo saltando a palo, salpicándose ellos.

No los reconocí pero eran Arno y sus compañeros. Él sí me reconoció y se me echó encima abrazándome. Yo fui muy amable aunque no me acordaba de él en ese momento.

Al día siguiente seguí sin recordarlo. No importaba, yo me comportaba amablemente con muchas personas que conocí en la playa y con los alemanes compartía todo, bebida, comida, leña, como si no los conociese de antes.

Los días pasaron maravillosos hasta que un día Arno me dijo que venía Emma. Yo, que seguía sin acordarme de él, me quedé de piedra. No tenía ni la más remota idea de quién era Emma.

Por la mañana me encontraba al otro lado de la playa, cuando oí a una rubia que se acercaba rápido por la orilla y me abrazó besucona como hacen los familiares con los niños chicos que les provoca recelos y malestar.

Me sentí descolocado mirando fijamente los ojos de la rubia tan guapa y tan grande, una total desconocida, de mi misma estatura. Sus besos eran tan dulces y acaramelados que provocaría vértigos a un elefante.

La rubia desconocida no paraba de acariciarme y abrazarme, dándome besos tan tiernos que hubieran derribado al más pintado. Sorprendido, era incapaz de pensar con claridad, ni reconocerla ni recordarla. Yo llevaba una vida intensa de largos veranos de playa durante los que conocía a muchísima gente.

Yo seguí en las sombras tenebrosas tan temeroso hasta que un golpe de luz vino a iluminar mi memoria y recordé aquella noche de discusión en alemán incomprensible.

Casualidad o no, los motoristas alemanes se fueron al día siguiente. Ella se quedó en la playa conmigo y aquella primera noche me dejé seducir por Emma y nos amamos en su pequeña tienda de campaña.

Mareado por la estrechez y el calor, salí fuera para respirar el aire límpido de la noche. Le pedí a ella que saliera pero no quiso y yo no volví a entrar en la tienda de campaña porque me asfixiaba. Fuera me quedé dormido bajo la luz de las estrellas.

Por la mañana me había despertado y miraba el mar pensativo. No me di cuenta de que ella salió de su tienda de campaña hasta que se sentó a mi lado.

No hablaba español y yo ni una palabra de alemán ni inglés ni nada. Chapurrear se llama.

Nos vestimos y pasamos el día juntos vagando por el pueblo. No nos tocábamos. Algo pasaba.

Por la tarde nos sentamos en un parque y me enseñó una foto de su madre. Me dio algo de pánico. Parecía una forma comprometida mostrar fotos familiares tras un día juntos.

Experimenté un bloqueo que no entendía y me pareció que todo me daba vueltas. Seguíamos sin abrazarnos. A mí me pesaba mucho aquella discusión en alemán incomprensible que recordaba con temor. No me atrevía a abrazarla porque había algo en ella que me provocaba rechazo.

Ella me habló que quería conocer la Alpujarra y quedamos que por la mañana iríamos.

Aquella noche no nos acostamos juntos y a la mañana siguiente metimos todo en el coche cochambroso de ella para llevarla a conocer la Alpujarra granadina.

Cuando nos pusimos en marcha vi que había cometido un error yendo con Emma a la Alpujarra.

Tenía un perro pequeño muy fiero con muy malas pulgas que en cualquier movimiento me gruñía dando avisos como una serpiente de cascabel. Ella nunca lo sacaba del coche pero yo con mucho gusto le hubiera retorcido el pescuezo.

Por lo pronto había salido de mi zona de protección y confort y para empeorar las cosas intenté sacar dinero en la Caja de Granada en Capileira, donde estuvimos un día, y no me dieron ni una miserable peseta.

Yo tenía bastante dinero en mi cartilla de la entonces Caja de Ronda y según me dijo el cajero del banco, no me daban dinero porque llevaba muchos meses sin poner la cartilla al día, mi caja denegaba la operación. No habían máquinas proveedoras en aquellos pueblos pequeños por entonces.

A pesar de que el cajero llamó a mi entidad no me dejaron sacar dinero, se lo negaron y me dejaron sin poder invitar a comer a la alemana con la que intentaba romper el hielo.

Me quedé bloqueado con muy poco dinero en el bolsillo a más de cien kilómetros de distancia de la sucursal bancaria más cercana para poner al día mi cartilla.

Fue terrible!. Emma cada vez estaba más agresiva y a mí me hubiese gustado invitarla a comer para romper la frialdad que nos devoraba.

Nos fuímos a Trevélez y pasé un calvario entre ella y su asqueroso perro. Ninguna entidad bancaria me quería dar dinero porque la puta caja de Ronda lo tenía bloqueado.

No había ninguna sucursal a cientos de kilómetros a la redonda y no me atrevía a decirle a Emma de volver atrás para ir a Motril y arreglar mi problema bancario.

No sabía cómo salir de aquella situación. Por la noche la llevé a un bar del barrio medio y a ella se le cayó la máscara mostrando su verdadero rostro.

Cuando nos sentamos en una mesa, al rato ella se levantó para hablar con unos ingleses que se trajo a la mesa.

Madre, tía e hijo empezaron a burlarse de mí y a increparme intentando provocar una reacción violenta.

Aguanté mirando a Emma que sonreía burlona mientras el capullo inglés se pavoneaba en su idioma escoltado por su madre y su tía intentando fastidiarme.

Cuando nos levantamos todos, Emma caminaba a la vera de ellos. Hablaban y yo los seguía porque mis enseres, mi mochila y demás estaban en su coche.

Cuando llegamos a su coche, ella sacó mi mochila junto con mis cosas y las colocó en el suelo.

Le pregunté por qué hacía eso y ella respondió que necesitaba espacio para llevar a los ingleses al barrio de abajo para coger una habitación solo para ella.

Me entristeció sobremanera pero respiré cuando se fue con los ingleses en el coche. Me quedé un rato en aquel lugar cavilando lo que iba a hacer.

Después cogí la mochila y me la eché a la espalda, crucé las bolsas pequeñas y eché a caminar hacia el barrio de abajo.

Allí vi su coche en el aparcamiento pero ni un pelo de ella. Me senté en una de las mesas vacías de las terrazas de las fondas y los restaurantes cerrados ya a la una de la madrugada.

Estuve cerca de su coche un buen rato pensando en lo que iba a hacer. Ella ni se molestó en aparecer. Comprendí que me dejaba tirado.

A las una y media de la madrugada ya estaba determinado a moverme. Cogí todo mi equipaje y me lo eché a la espalda. Crucé al lado su coche con el puto perro sarnoso dentro y atravesé la plaza principal de Trevélez dejando atrás el aparcamiento y la zona de las fondas, y salí del pueblo caminando muy rápido.

Lo primero, poner la cartilla al día y desbloquear mi dinero. Tenía que llegar a Motril a más de cien kilómetros de distancia. Tenía que llegar a Órgiva a la hora para coger el autobús de Motril.

Cuando estaba cerca de Pitres, se detuvo en medio de la carretera un microbús privado que llevaba gente a Granada muy temprano. Me dijeron que subiese, pero yo les intenté explicar que no tenía dinero para pagarles, que el banco me había bloqueado la cartilla hasta que no la actualizara y no me dejaban sacar dinero, y me obligaban a ir a Motril.

En el microbús me dijeron que no me preocupase por eso y me hicieron subir. Me llevaron hasta Órgiva y cogí un autobús a Motril pero lo mismo fui tonto porque ellos iban a Granada que también hay sucursales de mi caja.

Una vez en Motril, fui a la caja y le entregué al cajero la cartilla para ponerla al día. El cajero me miró preocupado y me dijo que me sentase.

Estuve hora y media sentado mientras las cartillas se sucedían llenándose de actualizaciones y el cajero fruncía el ceño.

No dije nada. Suspiré sentado en un sillón cómodamente. Cuando la máquina terminó de rellenar cartillas, el cajero vino hacia mí y me regañó. Me dio instrucciones para que no volviese a estar meses sin actualizar la libreta. Me dió el dinero que le había pedido y por fin tenía dinero. Salí del banco y miré la Contraviesa. Detrás está Órgiva, Pampaneira y más arriba Trevélez.

No iba a subir. Dirigí mis pasos hacia el mar yéndome al camping de Salobreña para olvidar a Emma.





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Poemas para enamorar, y derretirte en el más profundo desamor

Los poemas para enamorar más bonitos del mundo mundial, colección para princesas y príncipes que creen en el amor, que se quieren y se enamoran en este caótico y desastroso planeta, sin importar la edad ni el color de dónde proceden ni dónde viven, porque lo más importante es soñar con llegar al sol o enamorarse de la trágica luna y cruzar el mar hacia algún maravilloso país. Este libro narra pequeñas extraordinarias historias, comedía y tragedia sirven para enamorar y enamorarse.

      

                           Veinticuatro horas


Quisiera lograr expresar,

lo difícil que fue para mí,

poder adorarte

sobre mi lecho de pesadillas.


Ahora que te siento lejos,

mi cuerpo

se llena de sensaciones

buscando la verdad de ti

y de lo que hemos vivido.


No lo podré creer,

aunque pase mucho tiempo,

que lo nuestro fue solo nuestro,

sin nadie a nuestras espaldas.


Es la realidad mía,

lo que vislumbro y creo así,

pensar que eres alguien

en quien no pude confiar.


Deseo que allá donde vayas,

sonrías amplia ante mi recuerdo,

y en muchas

mañanas y atardeceres

brilles tanto o más

que el mismo sol de cada día.


Y mis brazos y mi alma

te acogieron con cariño,

con solo pequeños problemas

que no llegaron a perturbar.

Cuando me mirabas intrigante,

un grito mudo me brotaba,

y como una bestia rabiosa

me humillaba tu mirada.


No son celos mis sentimientos,

sino ansiedad

que me despertabas,

enamorado de la vida

opacidades del mañana.


No te odio, amada,

solo siento tristeza,

pudimos amarnos mucho

deseando que te alejaras.


Libre eras, libre eres,

y allá donde vayas,

donde quisieras ir,

soñé con guiar mis pasos.


Espero que un día

mis sueños se avengan,

y sin seguir tu camino

llegar lejos sin fin.


No puedes pensar,

que fue culpa de ti,

lo que también

ocurrió para mí.


Y si la hierba crece

bajo las heladas de tu tierra,

las nubes nunca oscurecen

el sol sobre la mía templada.

Lo tuyo solo fueron mentiras

y ningún dolor te deseaba,

desde aquí también se ve

la luna que tanto amabas.


Poemas para enamorar, y derretirte en el más profundo desamor


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Gran sonido ensordecedor, poema sin alma

 Gran sonido ensordecedor que me llena los oídos y no dice nada. Infinita es la vida aún la muerte siempre presente, porque en el camino más...